Nuestro mundo sitiado por la semiosis bélica. Vivimos en un planeta intoxicado, también, por el ruido de los cañones, pero aún más por la propaganda que los justifica y endiosa. No sólo bombardean las ciudades: bombardean los signos. El belicismo no se limita a la violencia física, se expande como semiosis que produce su sentido bajo la hegemonía del miedo, la obediencia y la cosificación del otro. No hay guerra sin semiótica de guerra. No hay misil sin metáfora y moraleja.