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Pronunciamiento en repudio ante la detención injusta y la proscripción política de Cristina Fernández de Kirchner

Universidad Internacional de las Comunicaciones 

Desde nuestro compromiso con la democracia, la soberanía popular y los derechos fundamentales, manifestamos nuestro más enérgico repudio a la persecución judicial, mediática y política que sufre la compañera Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta de la Nación Argentina y actual referente fundamental del campo popular y nacional.

La utilización del aparato judicial como herramienta de disciplinamiento político no solo constituye una afrenta al Estado de Derecho, sino que configura un nuevo tipo de golpismo blando que busca imponer una democracia tutelada por las corporaciones económicas, mediáticas y judiciales. La detención arbitraria, el hostigamiento sistemático y la proscripción de Cristina no son hechos aislados: forman parte de una estrategia regional que ya vimos ejecutarse contra líderes como Lula Da Silva, Rafael Correa y Evo Morales.

Denunciamos ante el pueblo argentino y ante la comunidad internacional este intento de silenciar, estigmatizar y excluir del juego democrático a una de las principales voces críticas del neoliberalismo y del saqueo estructural al que pretenden someter nuevamente a nuestra patria.

La proscripción de Cristina no es solo contra una persona: es contra el proyecto de justicia social, independencia económica y soberanía política que ella representa. Es contra los derechos conquistados por las mayorías y contra toda esperanza de un país más igualitario.

No hay democracia posible sin justicia. No hay justicia posible sin independencia del poder judicial. No hay libertad posible si se persigue a quienes defienden a los más humildes.

Exigimos el cese inmediato de la persecución, la restitución plena de sus derechos políticos y el fin del lawfare como mecanismo de disciplinamiento del liderazgo popular.

Cristina no está sola. Cristina somos millones.

Tania Díaz

Rectora

Fernando Buen Abad Domínguez

Rector Internacional

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LAUICOM expresa su solidaridad con el pueblo de Irán

La solidaridad es la ternura de los pueblos.

La Universidad Internacional de las Comunicaciones está al lado del pueblo de Irán.

El pueblo de la República Islámica de Irán vencerá, hoy, mañana y siempre.

Que el dolor se haga voluntad
y la luz se haga vida
para segar la maldad.

Aquí no hay fronteras que contengan el dolor,
ni nombres que basten para nombrar la sangre derramada.

Bajo el cielo herido de Irán,
donde el viento lleva el lamento ancestral de un pueblo que sabe de raíces y resistencia,
se levanta la voz callada de los justos,
la voz que no calla ante el crimen del poder.

Israel, ese ente armado de olvido y fuego,
ha vuelto a sembrar espinas en la tierra sagrada,
ha lanzado sus garras de metal y muerte
sobre cuerpos que sueñan, trabajan, oran, aman.

Pero también se alza la dignidad irrompible del Pueblo de Irán,
como el trigo que nace entre piedras,
como el canto que brota entre ruinas.

No somos cómplices del horror,
no bendecimos las bombas disfrazadas de paz.
Estamos con Irán, con su historia, con su gente.
Con cada madre que abraza a su hijo bajo el eco de las explosiones,
con cada niño que dibuja un futuro sin muros ni cadenas.

Que lo sepan:
donde haya memoria, habrá justicia.
Donde haya amor, habrá resistencia.

Y nosotros, hijos de la palabra y la esperanza,
estamos aquí, diciendo presente,
ante la criminal agresión del sionismo asesino.

Pedro Penso

Director del Centro de Investigación Contrahegemónica.

Cristina Fernández

ALBA-TCP rechaza fallo contra Cristina Fernández y denuncia lawfare en su contra

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) emitió un firme pronunciamiento contra el fallo de la Corte Suprema argentina, que ratifica la condena de seis años de prisión contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. La plataforma latinoamericana calificó el fallo como una «maniobra política disfrazada de sentencia judicial».

PLAZA DE MAYO

En defensa de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo: memoria

Fernando Buen Abad Domínguez*

Hoy más que nunca debemos defender a la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo como un patrimonio ético del pueblo argentino y de toda América Latina. Pero no basta con defender: es tiempo también de pasar a la ofensiva cultural, de disputar el sentido de la educación, de denunciar la pedagogía del ajuste, de multiplicar las experiencias de educación popular, de levantar universidades desde abajo. 

No es una universidad cualquiera, la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo no nació de un decreto burocrático ni de una planificación técnica, sino de una herida abierta en el corazón de América Latina. Nació del grito desgarrado de las madres que se negaron a aceptar el olvido, que enfrentaron con pañuelos blancos a la maquinaria genocida de una dictadura militar y, en lugar de replegarse al silencio, decidieron construir una institución que vinculara el saber con la justicia, el pensamiento con la memoria y el conocimiento con la militancia. 

Hoy, esa universidad –única en el mundo por su origen ético– se encuentra bajo amenaza directa de un régimen que desprecia el pensamiento crítico, ataca la educación pública y promueve un proyecto de país regresivo, clasista y autoritario. Defender a la Universidad de las Madres no es sólo un acto de solidaridad, es una obligación ética y política con la historia de lucha de nuestros pueblos. 

Un alma mater de la militancia y del conocimiento con una perspectiva política, filosófica y educativa, la necesidad ineludible de defender la existencia, autonomía y proyección histórica de la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo como símbolo vivo de resistencia, pedagogía insurgente y conciencia transformadora. El anarcocapitalismo busca destruir la memoria. Su lógica es la del mercado sin historia, del individuo sin comunidad, del presente sin pasado ni futuro. 

En este contexto, la Universidad de las Madres encarna una anomalía radical: es un espacio donde el saber académico no se separa del dolor histórico ni de las luchas populares. En ella, las ciencias sociales, la filosofía, el derecho y la historia se enseñan con los pies en la calle y el corazón en las plazas. 

Frente al negacionismo, la pedagogía de la memoria que promueve esta universidad no se limita a la conmemoración. La memoria que cultivan las madres es activa, insurgente y profundamente ética. No se trata de recordar por recordar, sino de transformar el presente a partir del dolor asumido como responsabilidad política. Como dijo Hebe de Bonafini: “Nuestros hijos no murieron por nada. Murieron por una patria justa, libre y soberana. Y por eso los seguimos buscando y por eso seguimos luchando”. 

A la oligarquía le duele que la Universidad de las Madres sea una trinchera contra el olvido. Y en tiempos donde el negacionismo se disfraza de libertad de expresión, sostener esa trinchera es una forma de resistencia intelectual y afectiva profundamente revolucionaria. La ofensiva actual contra la Universidad de las Madres se inscribe en un proceso mayor de desmantelamiento del Estado social y de persecución de las experiencias educativas populares y emancipadoras. En nombre de la eficiencia, el ajuste y la “modernización”, se pretende privatizar la educación, subordinar el pensamiento a las lógicas del mercado y despolitizar el conocimiento. 

Pero la Universidad de las Madres representa lo contrario: una universidad que no responde a las empresas, sino a los pueblos, que no produce capital humano, sino conciencia crítica. Una universidad que no se arrodilla ante rankings ni financiamientos externos, sino que se sostiene sobre el principio irrenunciable de la dignidad humana. 

En tiempos de ofensiva brutal conservadora, donde la cultura represora vuelve a instalarse como sentido común, la existencia misma de una universidad fundada por mujeres que desafiaron a los militares –mujeres sin títulos académicos, pero con una sabiduría política indestructible– constituye una herejía intolerable para el poder neoliberal. Por eso la atacan. Porque es peligrosa. Porque no se vende. Porque enseña a pensar desde abajo. 

A diferencia de las universidades tradicionales, en la de las madres no se enseña desde la neutralidad, sino desde el compromiso. Esta pedagogía no niega la rigurosidad académica, sino que la reubica: el saber es riguroso cuando está comprometido con la vida. Como afirmaban Paulo Freire y los educadores populares de América Latina, no hay educación neutral: toda educación es un acto político. 

En esa línea, la Universidad de las Madres ha formado generaciones de estudiantes que entienden el derecho no como un instrumento para conservar el orden, sino como una herramienta para disputar la justicia; que conciben la historia no como una cronología de próceres, sino como una lucha entre opresores y oprimidos; que ven en la filosofía no una especulación vacía, sino una brújula para la acción. En esta universidad se enseña que el saber debe estar al servicio de la transformación social y que la dignidad no se mendiga: se defiende. 

Este ataque que es síntoma, no es un hecho aislado. Forma parte de una guerra semiótica, política y cultural contra todo lo que huela a pueblo, a memoria, a derechos humanos, a justicia social. Es la revancha de los sectores que nunca aceptaron la verdad, que nunca pidieron perdón, y que hoy vuelven con la furia acumulada de décadas de impunidad. 

Quieren clausurar esta universidad como quisieron clausurar la historia de los desaparecidos. Pero no pueden, porque la Universidad de las Madres no es sólo un edificio ni una matrícula: es un proyecto de país. Un símbolo. Una promesa encarnada de que otro saber es posible, de que otra justicia es necesaria, de que otra Argentina es urgente. 

Y no lo lograrán. Porque cada intento de silenciarla despierta más voces, más alianzas, más solidaridad internacional. Porque donde intentan apagar, renace la llama. La Universidad de las Madres es semilla y raíz. Es escuela de la memoria, universidad del coraje, aula de la dignidad. No la toquen. No la cierren. No la profanen. Porque donde florece el pensamiento de las madres no hay olvido posible. 

*Doctor en filosofía

VOCES MULTIPPLES

Libertad de expresión en la encrucijada: censura, poder y resistencias en el siglo XXI

Fernando Buen Abad Domínguez

Cátedra Sean MacBride • UICOM •

 “La libertad de prensa no es un privilegio de los periodistas, sino un derecho de los pueblos.” Sean MacBride

Nuestra libertad de expresión, la que debería gozar la humanidad entera, atraviesa una de sus coyunturas más críticas en el siglo XXI. A pesar de los avances tecnológicos que han “democratizado” el acceso a la información y ampliado, no sin peligros, las posibilidades de participación ciudadana en los espacios públicos digitales, los mecanismos de censura, control y represión han evolucionado con igual o mayor sofisticación. Es una paradoja histórica a la que asistimos casi sin defensa  en la llamada “era de hiper-comunicación” global que coexiste con formas cada vez más sutiles —y otras abiertamente brutales— de silenciar voces, criminalizar el pensamiento crítico y monopolizar la construcción del sentido común y asesinar periodistas.

Inspirados en el espíritu y los principios de la Cátedra Sean MacBride de la UICOM, necesitamos examinar la colisión entre los ideales de la libertad de expresión y las prácticas sistémicas de censura contemporánea, tanto en contextos autoritarios como en democracias formales. Lo que está en juego no es solo el derecho a hablar, sino el derecho a saber, a disentir y a transformar la realidad desde el lenguaje. Afirmarnos en la dialéctica de la ética y la comunicación.

Censura no es sólo cercenar imprentas, decomiso de ediciones o encarcelamiento y muerte de periodistas. Si bien estas prácticas persisten, con crudeza extrema en no pocos países, el “nuevo” rostro de la censura en muchas democracias burguesas, toma formas más complejas: control algorítmico de visibilidad, discursos de odio institucionalizados, manipulación informativa por conglomerados mediáticos y censura indirecta vía financiamiento, publicidad o presión judicial.

En América Latina, por ejemplo, la criminalización de periodistas, el uso del lawfare, la concentración mediática y la violencia de actores paramilitares o del crimen organizado constituyen formas estructurales de censura. En México, tan solo entre 2000 y 2024, más de 150 periodistas han sido asesinados, en un contexto de impunidad estructural y complicidad institucional. Pero también en Europa y Estados Unidos, la censura toma formas “legítimas”: eliminación arbitraria de contenidos en plataformas digitales, invisibilización de voces disidentes por los monopolios de medios, etiquetado sesgado de discursos contra-hegemónicos, y vigilancia masiva bajo el pretexto de la seguridad nacional. Se trata, como advierte Noam Chomsky, de “una censura por omisión”, una “fabricación del consenso” que opera desde la “normalidad” de los dueños.

En el Informe MacBride de 1980, titulado “Un solo mundo, voces múltiples”, se denunciaba la concentración del poder mediático en manos de unas pocas corporaciones del norte global, advirtiendo que, sin una democratización profunda de las estructuras de comunicación, no habría libertad real de expresión. Cuatro décadas después, sus alertas no sólo conservan vigencia: han sido superadas por una realidad aún más distópica. Hoy, cinco conglomerados controlan más del 80% del flujo global de información en internet. Google, Meta, Amazon, Microsoft y Apple imponen criterios de visibilidad, rentabilidad y censura sin mecanismos transparentes de rendición de cuentas. En lugar de un espacio público global, se ha construido una arquitectura privatizada de dominación del sentido, basada en la lógica del mercado y la ideología de la clase dominante.

Con los algoritmos que deciden qué se ve, qué se ignora y qué se bloquea están diseñados por actores que no responden a los pueblos, sino a los accionistas. Las plataformas se convierten así en nuevos censores globales, capaces de silenciar campañas políticas, borrar memorias históricas, moldear opiniones y sancionar disidencias. No existe censura neutral. Toda forma de censura responde a una correlación de fuerzas, a un campo de disputas ideológicas, políticas y económicas. En ese sentido, censurar una voz —o permitirla— es siempre un acto político.

En muchos países con economías gravemente dependientes, los movimientos sociales, feministas, indígenas o sindicales enfrentan una doble censura: la institucional, que criminaliza sus protestas y discursos; y la mediática, que los estigmatiza como “violentos”, “radicales” o “antidemocráticos”. Esta censura discursiva produce exclusión simbólica: niega legitimidad al otro, clausura la posibilidad de interlocución y habilita la represión. Pero también hay censura selectiva. Mientras se silencia la denuncia popular, se amplifican voces ultraconservadoras, negacionistas o racistas, muchas veces protegidas por el manto de la “libertad de expresión”. Aquí se produce una inversión perversa: se protege la libertad del discurso opresor mientras se persigue la palabra emancipadora.

Sin embargo, no todo es oscuridad. El siglo XXI ha sido también testigo de una explosión de experiencias comunicativas desde abajo: radios comunitarias, medios alternativos, redes de periodistas independientes, colectivos de comunicación popular, canales indígenas y afrolatinos, campañas digitales por la verdad y la justicia. Estas experiencias reivindican no sólo el derecho a informar, sino el derecho a narrar el mundo desde otras epistemologías. Rompen con el monolingüismo mediático del capital y ensayan lenguajes otros, sensibilidades otras, lógicas otras. En Bolivia, el proceso de comunicación indígena-originaria; en México, las radios comunitarias de Oaxaca o Chiapas; en Argentina, las redes de medios populares feministas; en Palestina, los periodistas ciudadanos que narran desde la ocupación… todos ellos constituyen formas de resistencia semiótica. En Venezuela como en Cuba la teoría y la práctica de la comunicación socialista.

Nuestra libertad de expresión no puede reducirse al marco liberal de la tolerancia abstracta. Debe inscribirse en una ética del diálogo emancipador, en una política del reconocimiento mutuo y en una lucha por democratizar no solo el acceso, sino la producción y distribución del sentido. Frente a este panorama de censura múltiple, la Cátedra Sean MacBride propone un horizonte de acción comunicacional que combine la crítica estructural con la construcción de revoluciones comunicacionales concretas. Algunas líneas estratégicas urgentes son: Democratizar los sistemas mediáticos: Impulsar legislaciones antimonopólicas, promover medios autónomos de base social responsable, medios públicos con control ciudadano y garantizar el financiamiento de medios comunitarios e independientes.

Regulación democrática de plataformas digitales: Establecer mecanismos de transparencia algorítmica, protección de derechos digitales y participación social en la gobernanza de internet. Educación crítica en comunicación: Incorporar en los sistemas educativos una pedagogía crítica del lenguaje, los medios y la información, que forme ciudadanías activas contra la manipulación informativa. Protección efectiva a periodistas y comunicadores sociales: Garantizar el derecho a informar sin miedo, con protocolos claros de seguridad, justicia y reparación frente a la violencia. Reconocimiento de la comunicación como derecho humano colectivo: No basta con proteger a individuos. Es necesario construir sistemas que garanticen el derecho de los pueblos a comunicar, a ser informados y a ejercer su soberanía cultural.

Hablar para no morir. La libertad de expresión no es un eslogan. Es una trinchera. Un campo de disputa por el sentido. Defenderla implica confrontar no sólo a los censores explícitos, sino a los regímenes de sentido que naturalizan el silencio, que convierten la mentira en espectáculo y la violencia en rutina. En tiempos de guerra cognitiva, de batallas culturales burguesas, desinformación, pos-verdad y plus-mentira, ejercer la palabra crítica, la palabra que interpela y emancipa, es un acto profundamente revolucionario. Como enseñó MacBride, “una comunicación verdaderamente libre sólo puede florecer en un orden internacional más justo”. Hoy, como nunca, esa libertad está en disputa.

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LAUICOM recibió expresiones de solidaridad internacional para el pueblo venezolano

Prensa LAUICOM.- Con un ameno recibimiento por parte del cuerpo docente y autoridades de la Universidad Internacional de las Comunicaciones, encabezada por su rectora Tania Díaz González, este martes 27 de mayo,  acompañantes internacionales al proceso electoral venezolano procedentes de organizaciones políticas y movimientos sociales de México, Paraguay, Italia y Guatemala, se hicieron presente en los espacios de esta Casa de Estudio e  intercambiaron extraordinarias experiencias comunitarias, vividas durante su proceso de observación electoral, así como anécdotas y testimonios de la memoria histórica de sus países.

Expresiones de solidaridad y reconocimiento para el pueblo venezolano y su evidente democracia protagónica y participativa no se hicieron esperar durante este emotivo encuentro.  Asimismo las y los militantes de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca MAIZ en voz de su secretaria de Relaciones Internacionales, Aura Lily Escobar, expresaron la importancia que tiene para su pueblo el trabajo de formación en comunicación política que viene realizando LAUICOM y manifestaron su interés de seguir fortaleciendo las alianzas formativas como herramientas de defensa cognitiva.

Fátima Rallo, quien preside la Biblioteca Hugo Chávez en Paraguay, reconoció en la Universidad Internacional de las Comunicaciones un espacio de combate contra la mentira, donde la verdad va siempre por delante y desde México, Irma Sofía Navas, integrante del grupo de solidaridad con Venezuela reconoció la importancia de promover el estudio de la comunicación política desde los distintos planes de formación, como diplomados, talleres y maestrías.

El entusiasmo de la juventud guatemalteca se dejó conocer, al expresar la satisfacción de pertenecer al primer grupo de trabajo de la Cátedra Sean MacBride, donde han estado analizando información sobre el primer informe MacBride de 1980, así como compartiendo conocimientos sobre ética de la comunicación y participando con estudiantes de Venezuela y otros países desde LAUICOM, con el fin trabajar y aportar en los actuales problemas de la comunicación internacional.