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Las trampas de la paz: desmontando la falsa diplomacia imperial

Prensa LAUICOM- En una entrevista realizada por videollamada para Rompeviento TV, el doctor Fernando Buen Abad, especialista en Filosofía de la Comunicación, alertó sobre las “trampas de la paz” orquestadas por actores hegemónicos como Donald Trump. Buen Abad indicó que las propuestas presentadas bajo el disfraz de soluciones diplomáticas para Gaza y Palestina no buscan la justicia, sino consolidar mecanismos de dominación: protectorados externos, apropiación de recursos naturales y la legitimación de una violencia sistemática contra poblaciones indefensas.

El intelectual criticó lo que denominó “paz burguesa”: una concepción que prioriza la estabilidad de los mercados y los intereses geopolíticos por encima de la dignidad humana, la soberanía popular y los derechos colectivos. En contraste, destacó la postura del presidente colombiano Gustavo Petro como un ejemplo de liderazgo ético y comprometido con la defensa de los derechos humanos, especialmente frente al silencio o la complicidad de gran parte de la comunidad internacional.

Buen Abad insistió en la necesidad urgente de articular alianzas entre movimientos sociales, gobiernos progresistas y fuerzas populares para construir una convergencia global capaz de actuar con coherencia moral y poder de incidencia frente a las políticas imperialistas. Destacó que la crítica por sí sola resulta insuficiente si no se transforma en acción colectiva y organizada.

En un mundo marcado por crisis ecológicas, políticas y humanitarias, subrayó la importancia de superar la resignación y convertir el compromiso ético en una fuerza capaz de impulsar cambios estructurales, enfatizando que la paz auténtica solo puede florecer cuando se garantizan la justicia social, la equidad material y el derecho de los pueblos a decidir su propio destino.

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Capitalismo de Ignorantes ¿Vivimos una crisis educativa mundial?

Por Fernando Buen Abad Domínguez

Una pregunta seria por la crisis educativa mundial del capitalismo que padecemos, no puede responderse con superficialidades ni con cifras frías tomadas de organismos internacionales que, a menudo, son parte del problema. No basta sólo con contabilizar alumnos matriculados, los índices de deserción, las tasas de alfabetización funcional ni los presupuestos asignados a las universidades. Esa crisis, tal como es, debe entenderse en toda su densidad histórica, política, económica, semiótica y filosófica. Debe pensarse desde las raíces estructurales burguesas que hacen de la educación un campo mercenario de disputa, y no únicamente desde las estadísticas que recubren el drama con barnices de objetividad demagógica. En rigor, lo que atravesamos hoy es un conjunto de crisis superpuestas, y entrelazadas, que tocan a la educación como sistema y como proceso, y que obligan a cuestionar la función misma de la escuela, de la universidad y de los proyectos de formación de la conciencia como mercancías.

Es obligatorio recordar que la educación no flota en una mueca filantrópica neutral, está determinada por la lógica del modo de producción dominante y su ideología (falsa conciencia). En un mundo regido por el capitalismo globalizado, la educación está sometida a la dictadura de su mercado. Sus sistemas educativos son evaluados con criterios de “eficiencia”, “productividad” y “competitividad”, categorías tomadas de la barbarie empresarial y aplicadas mecánicamente a su dictadura pedagógica. Su educación se convierte, así, en adiestramiento mercantil y no en un derecho humano universal. En lugar de formar sujetos críticos capaces de transformar su realidad, se entrenan operadores dóciles para un mercado de trabajo precarizado. Esta es la primera dimensión de la crisis, la subordinación estructural de la educación al capital, que la corrompe en su sentido más hondo.

Sus cifras confirman esta tendencia. Según datos de la UNESCO (2023), más de 244 millones de niños y adolescentes en el mundo están fuera de la escuela. En paralelo, más del 40% de los jóvenes de países de ingresos bajos no completan la educación secundaria. Estos números no expresan sólo un escamoteo de recursos, sino la desigualdad estructural del sistema mundial, en el cual el acceso a la educación de calidad es imposible bajo las normas y reglas del capitalismo. Mientras tanto, la educación superior se expande en términos cuantitativos, pero su calidad crítica se degrada o se anula, proliferan universidades privadas de baja o nula exigencia, programas cortos y diplomados pensados como productos de consumo rápido, con el único fin de habilitar competencias puntuales para el mercado. Titulando ignorantes engreídos.

Su crisis se manifiesta también en el plano del contenido. Nunca antes hubo tanta información disponible, nunca antes existieron tantos dispositivos de acceso al conocimiento chatarra; sin embargo, nunca la ignorancia fue tan funcional al poder. La llamada “infodemia” multiplica contenidos fragmentarios, superficiales, efímeros, sin jerarquía epistemológica. En lugar de conocimiento profundo, se fomenta la hiper-conexión sin reflexión. En lugar de pensamiento crítico, se impone la lógica del “clic”. Esta inundación de información funciona como un distractor masivo que degrada el aprendizaje en las aulas, convirtiendo a profesores y alumnos en petulantes repetidores de flujos comunicacionales vacíos. El capitalismo digital, con sus algoritmos de segmentación y control, ha introducido una nueva dimensión de la crisis educativa, la colonización tecnológica de la conciencia. Mucha basura en muchas cabezas para que nada cambie.

El problema no es sólo cuantitativo ni tecnológico su crisis es también filosófica. En gran parte de los sistemas educativos se ha abandonado la enseñanza de la filosofía, la historia crítica, la teoría política y el arte como herramientas de emancipación. Se las sustituye por competencias instrumentales, por módulos de emprendedurismo, por entrenamientos en resiliencia. Su semiosis en la educación es palabrerío déspota para consumidores engreídos que mastican lenguajes parvularios supuestamente técnicos, para camuflar toda la ignorancia burguesa ante los problemas que ocasiona su poder, con la explotación laboral, con la injusticia social. Se enseña a adaptarse, no a cuestionar. Se entrena para sobrevivir en el sistema, no para transformarlo. Así, su crisis educativa es también una crisis de sentido, su escuela y su universidad olvidan para qué existen. Y son especialistas en eso.

No es casual que los gobiernos neoliberales, en todo el planeta, hayan aplicado políticas de austeridad que desfinancian la educación pública. Desde los años ochenta, siguiendo los dictados del FMI y el Banco Mundial, se promove el modelo de “eficiencia educativa” basado en recortes, privatización, descentralización y competencia entre instituciones. En América Latina, África y Asia, millones de escuelas carecen de infraestructura mínima: agua potable, baños, electricidad, internet. En Europa y Estados Unidos, la masificación de la deuda estudiantil convirtió a la educación superior en una trampa financiera que hipoteca el futuro de generaciones enteras. No es una crisis accidental, es resultado de un programa deliberado que busca debilitar la educación pública para abrir más mercado a la privada.

Pero su crisis también se manifiesta en otro nivel: el ético y comunicacional. En muchas aulas, bajo el disfraz del pluralismo, han penetrado ideologías reaccionarias, discursos de odio y camuflajes ultraderechistas que intoxican a los estudiantes y normalizan la intolerancia. Se simula progresismo mientras se vacía de contenido crítico a las consignas. En este sentido, la crisis educativa mundial es también una crisis de hegemonía semiótica: se disputa en el aula el sentido mismo de la democracia, de los derechos humanos, de la igualdad. Sus discursos autoritarios avanzan bajo la máscara de la modernidad. A esto se suma la crisis laboral docente. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que faltan más de 44 millones de docentes en el mundo para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia 2030. Los salarios bajos, la precariedad, la sobrecarga burocrática y la falta de reconocimiento han deteriorado la profesión docente, desalentando nuevas vocaciones. Un sistema educativo mundial sin maestros suficientemente formados ni reconocidos está condenado a profundizar sus fracturas. Su crisis educativa no es sólo de los estudiantes, es también de quienes enseñan en condiciones cada vez más adversas.

Sin embargo en muchas regiones se producen experiencias pedagógicas emancipadoras, comunidades que defienden la escuela pública, proyectos de educación popular que resisten al mercado, pedagogías críticas que siembran conciencia transformadora. Estas iniciativas muestran que su crisis no es de todos, sino desigual y combinada. Precisamente en el corazón de la crisis se encuentran las semillas de la renovación. La pregunta es: ¿qué fuerza política, qué movimiento social, qué proyecto histórico podrá articular esas experiencias para convertirlas en política educativa global?

Nuestra Filosofía de la Semiosis se empeña en intervenir sobre la crisis educativa burguesa que es, en última instancia, una crisis económica de los signos con los que pensamos y actuamos. Las palabras “calidad”, “eficiencia”, “excelencia” han sido intoxicadas por la lógica empresarial y despojadas de su sentido emancipador. La tarea es revolucionarlas, devolverles su vínculo con la justicia social, con la verdad histórica, con la dignidad humana. Nuestra educación no puede ser un negocio disfrazado de servicio, ni un simulacro de inclusión digital, ni un laboratorio de domesticación ideológica. La educación debe ser la praxis de la libertad, la construcción colectiva de saberes que permitan transformar el mundo.

¿Vivimos una crisis educativa mundial del capitalismo? Sí, pero no como una catástrofe natural, sino como el resultado de un proyecto económico y político global que busca subordinar la conciencia a los intereses del capital. Es una crisis burguesa estructural, semiótica, ética y filosófica. Revela la urgencia de luchar por otra educación, liberada de los dogmas mercantiles, sustentada en la verdad, en la igualdad, en la solidaridad. No se trata de reparar una maquinaria averiada, sino de reinventar la educación como derecho universal y como semillero de emancipación. El porvenir de la humanidad depende de la manera en que enfrentemos y combatimos organizadamente esta crisis. Si se acepta resignadamente, la educación se reducirá a un engranaje más del sistema de explotación. Si se asume críticamente, podrá convertirse en la palanca de una nueva civilización. La disyuntiva está abierta. El desafío es urgente. Y la responsabilidad es de todos los que creemos que la educación no puede ser otra cosa que un avance en la revolución de las conciencias.

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Universos lúdicos secuestrados por el mercantilismo

Por Fernando Buen Abad.

Explora cómo el capitalismo ha secuestrado el juego, transformando un derecho en mercancía y apuestas. Un artículo exclusivo sobre semiosis y libertad lúdica.

¿Todo será apuesta? El juego como derecho, no como mercancíaJugar es una forma originaria de semiosis humana. Es una experiencia primordial de exploración simbólica, un laboratorio de relacionesrolesafectos y sentidos en construcción. Es una actividad en la que no sólo nos divertimos, sino que también organizamos el mundo, lo ensayamos, lo transformamos y nos transformamos con él.

Sin embargo, en el capitalismo, este universo lúdico ha sido secuestrado por el aparato mercantil, privatizado por corporaciones transnacionales que imponen formas, tiempos, objetos y discursos hegemónicos del juego. Jugar ha dejado de ser una actividad libre para convertirse en un negocio de escala global. En esta colonización semiótica del mercantilismo que transforma el derecho a jugar en una plataforma de consumo compulsivo, orientando el deseo hacia productos licenciadosvideojuegos adictivosjuguetes estandarizados y contenidos audiovisuales cargados de ideología neoliberal y modelos de subjetivación funcional al mercado. Esta situación exige una crítica radical y estructural desde una Filosofía de la Semiosis que tome partido por nuestra naturaleza lúdica como campo emancipador.

En las etapas distintas de la vida dominada por el capitalismo, el juego va quedando reducido a una repetición mecánica o un pasatiempo trivial traicionando lo que debería ser una forma de conocimiento, de experiencia corporal y simbólica que permita a las personas modelar la realidadJugar es, en esencia, un acto semiótico: implica seleccionar signos, establecer relaciones, crear reglas, proyectar sentidos. Se juega “como si” el palo fuera un caballo, el cojín una montaña o la palabra “abracadabra” una puerta mágica.

En ese “como si” se genera un mundo, se inaugura una ontología lúdica donde el niño no es pasivo receptor sino productor activo de significados. En la filosofía crítica se ha señalado reiteradamente que el juego espontáneo es una forma de anticipación del pensamiento abstracto, de sociabilidad libre y de autogestión emocional. Pero esta riqueza semiótica es objeto de captura por parte de los dispositivos ideológicos del capital, que buscan convertir el juego en plataforma de adiestramiento para el consumo.

Desde fines del siglo XIX, con la expansión de la industria juguetera, comenzó un proceso de industrialización de lo lúdico. Sin embargo, es en el siglo XX, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, que se consolidó un entramado transnacional dedicado a la producción masiva de juguetesprogramas de televisión y personajes licenciados, bajo la lógica del branding. Aparecieron marcas como Mattel (1945), Hasbro (1923), LEGO (1932) y más tarde los conglomerados mediáticos como Disney (1923), NickelodeonWarner Bros. o DreamWorks, que permitieron una sinergia sin precedentes entre juguetepantalla y mercado. El juego dejó de ser una invención de la creatividad libre para convertirse en una franquicia cerrada: cada muñeca se vende con su historia, cada videojuego con su moralidad, cada serie con su universo de consumo predefinido.

Este proceso se agudiza con la era digital, cuando las aplicaciones móviles, los videojuegos online y las plataformas de streaming infantil modelan la experiencia lúdica desde edades cada vez más tempranas. Con algoritmos se reemplazó al juego libre; la consola al patio; la pantalla al compañero de aventuras. Aparece un capitalismo cognitivo que encontró en la naturaleza lúdica un campo fértil para su expansión. Toda persona es un actor semiótico en formación: está construyendo sus categorías, sus vínculos, sus deseos, su lenguaje. Por ello, representa una presa estratégica para la colonización ideológica.

No se trata solamente de vendernos entretenimientos o esparcimiento: se trata de formatear la imaginación, de anclar afectos y valores en paquetes simbólicos mercantilizados que serán la base del consumidor del futuro. Y las empresas jugueteras y de entretenimiento invierten millones en estudios de neurocienciasegmentación demográfica y análisis semiótico para identificar tendencias, manipular emociones y fabricar modas virales. El objetivo no es que uno juegue, sino que desee objetos y consuma contenidos alineados con la lógica del capital. Y se convierta en adicto a las apuestas.

No se juega “a lo que se quiere”, sino “a lo que hay”, “a lo que está de moda”, “a lo que todos tienen”. El mercado sustituye la creatividad por la repetición; el relato propio por la narrativa licenciada; el objeto encontrado por el producto estandarizado. Hoy con monopolios de las apuestas y la dictadura del entretenimiento global. Los principales monopolios del ludismo ejercen un dominio transmedia y transcontinentalPixarMarvelLucasfilm20th Century Fox y Disney se han convertido en el imperio lúdico global.

Su poder no reside solo en el consumo que genera: muñecosdisfracesvideojuegosparques temáticoscontenidos educativosaplicaciones… Disney no vende historias: vende mundos enteros, y modela con ellos la imaginación infantilMattel y Hasbro. Dos gigantes del juguete que controlan desde Barbie hasta Hot Wheels, pasando por MonopolyTransformers y My Little Pony. Mattel, en particular, ha transformado a Barbie en un símbolo semiótico ambiguo: de ícono de belleza hegemónica a plataforma de discursos mercantilizados.

Hasbro, por su parte, produce no sólo juguetes, sino también películasseries y videojuegos basados en sus franquiciasLEGO Group. Inicialmente una empresa enfocada en el juego constructivo, LEGO ha devenido una plataforma mediática transnacional, con seriespelículasparques temáticos y productos licenciados (Star Wars, Harry Potter, Marvel, etc.). El juego creativo ha sido progresivamente desplazado por la lógica del set cerrado y la narrativa impuestaNintendoMicrosoftSony

Guerra Cultural en juego. Secuestrado el campo lúdico por el mercado, el plan es borrar las identidades de juegos localestradicionalescooperativos o comunitarios. Imponer roles y estereotipos mercantilesGéneroscoloresformas de belleza y relaciones de poder (el héroe musculoso, la princesa pasiva, el villano oscuro). Pérdida del juego colectivo espontáneo: la calle, el barrio, el parque ceden ante la lógica de la pantalla o el juguete exclusivo. Frente a esta situación, diversos movimientos pedagógicosculturales y comunitarios han impulsado la defensa del derecho al juego libre.

Promueven el juego como herramienta de conciencia y liberación. Museos del juego y ludotecas públicas: espacios que brindan acceso gratuito a experiencias lúdicas no mercantilizadas. Campañas contra la adicción a las apuestas como una forma de producción de sentido que debe estar al servicio del desarrollo librecreativosolidario y crítico.

Denunciar el secuestro del juego y restituir el derecho al juego, liberar las conciencias como una tarea ética, política y semiótica: liberar el juego para liberar a la humanidadJugar debe volver a ser una experiencia de descubrimiento, de placer sin dueño, de mundo en construcción. Una humanidad que juega libremente es una fuerza que puede imaginar el futuro sin los barrotes del capital. Y eso es, quizás, lo más subversivo que pueda existir. Sin apuestas.

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El papel de Federico Engels en la transformación del hombre en socialista mundial

Por Fernando Buen Abad Domínguez

El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels

«La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo»

He aquí un camarada necesario siempre, uno de esos que en la teoría y la práctica son únicos y colectivos, que en la amistad y en el debate son firmes y férreos, que no regatean tiempo y talento a las necesidades revolucionarias… Su obra es acción e ideas que constituyen bases revolucionarias indispensables en la dialéctica para la transformación socialista de la sociedad… he aquí una obra, pues, indispensable en lo concreto, obra de un camaradas pleno, a toda hora, empeñado en ser revolucionario íntegro sin glamour y sin snobismos.

Engels es ese tipo de revolucionario con el corazón ardiendo bajo el fuego de razón socialista. Un revolucionario entre relámpagos de futuro, con su reloj histórico afinado a punta de inteligencia y entre ramos de estrellas que anuncian el triunfo obrero más temprano que tarde. Un revolucionario socialista de magnitud implacable, una voz científica como nido de golondrinas. Un vertedero de abrazos fraternales… un amigo poderoso como un sonrisa, como un torbellino… amigo cierto y certero forjado en el lecho del torrente socialista. Su inteligencia es un vientre que despliega coordenadas revolucionarias en el abanico de las luchas obreras. ¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado1!

Engels es un revolucionario transparente que deja entender la riqueza de la teoría marxista como herramienta magnífica para la práctica revolucionaria que transformará al mundo. «El socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea2 «. La obra de Engels es inspiración organizadora capaz de ver que el socialismo es inevitable; que es nuestro próximo salto genial, el salto cualitativo de la humanidad hacia su historia emancipada y plena. Uno ve bien claro, con Engels, cómo la humanidad se liberará de todo lo que la humilla y explota, cómo la humanidad se hará dueña de sí pero no por «obra y gracia» de las «buenas voluntades», sino triunfando en la lucha de clases como proletariado organizado hacia el socialismo. Engels entendió la lucha de clases como una fuerza vital en desarrollo dialéctico, en el corazón y en la razón de los trabajadores que, día con día, impulsan un movimiento mundial decisivo. Ese es su legado, su poesía y su ejemplo. Imposible ignorarlo, imposible no agradecerlo.

Engels supo que no triunfará el socialismo sin una lucha enamorada, consciente, profunda y promisoria. Que no triunfará el socialismo sin una economía e industria poderosa y rica bajo control obrero. Luchó para hacer visible el socialismo como camino para terminar con la «propiedad privada» y para fundar una solidaridad consciente de su fuerza al calor de la planificación colectiva, económica, política, simbólica… supo Engels que triunfará el socialismo como conocimiento, conciencia y acción capaz de superar todo aquello que aliena, explota y posterga a las sociedades. «He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos de todo obrero; he aquí el motivo de que insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos, un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo»3. Lenin.

Engels pone todo al servicio de la revolución socialista que es la aurora de mil cosas nuevas. La sabe necesaria para alcanzar un mundo sin canalladas. La fuerza de sus convicciones también se hace fundamental al prodigarse como un rocío matinal sobre los campos fértiles de la revolución comunista… y qué es si no poesía el Manifiesto que firmó con Marx… y qué si no poesía socialista es ese espíritu que recorre el mundo y recorre las avenidas del corazón con su aire fresco de revolución como bandada de pájaros insurrectos.

Engels entendió la marcha dialéctica de la humanidad hacia el socialismo con inteligencia, rigor, conocimiento, audacia, seguridad… desde una mirada científica abierta, crítica, sin condescendencias. Se trata de un filósofo revolucionario siempre en combate, un luchador fraternal y en combate. Combate poderoso de la teoría y la práctica para que la humanidad se ayude a transformar el mundo y no sólo a interpretarlo.

La obra de Federico Engels nos da entrada a un proceso donde se alista la humanidad para avanzar hacia su futuro esta vez dueña de sí. Hay que recordarlo a cada paso. La contribución de Engels es un acto de amor y poesía como rayo de sol cuyo fulgor enlaza los brazos obreros con las ideas socialistas en una diligencia de relámpago que hará posible dar pasos definitivos a una era nueva de la humanidad libre de opresiones. Esa es su magnificencia y su legado.

El Socialismo se nutre también entre un murmullo de revoluciones y no da tiempo para preguntar si es oportuno o no a ésta hora. El Socialismo se hace con la dialéctica de las manos y el trabajo des-alienado. El Socialismo tiene el modo de las criaturas humanas que lo impulsan como una fiesta de fiestas a nivel del corazón y la razón. El socialismo en una constante de voces que tienen color de futuro a todas horas, es una constante dialéctica plagada con canciones de esperanzas y certezas que conjuran dudas y peligros sin dejar de estar alertas. El Socialismo deja paso a lo mejor de la especie humana que se impulsa a pesar de ciertas fatigas… y se hace con las manos como el amor y otras cosas. Ese es el Socialismo de Federico y de Carlos amigos del alma.

Los trabajadores del mundo hemos de saber, a toda costa, con todos los medios disponibles, que nuestro único futuro digno es el socialismo; que no somos una clase condenada a sufrir eternamente, que nuestra situación, por miserable que sea, puede ser transformada si nos impulsamos inconteniblemente hacia adelante y luchamos por nuestra emancipación definitiva, que para eso los trabajadores sólo podremos ayudarnos a nosotros mismos. Estas son las ideas fundamentales de Federico Engels, ese es su regalo y nuestro tesoro de lucha.

El socialismo tendrá por finalidad eso que pensó Engels o será nada: que el Trabajo sea dignidad definitiva con alas de riquezas definitorias… riquezas de todo orden que puedan entremezclarse y por las que ascienda la humanidad plena de volutas joviales, divertidas y enamoradas para dejar atrás, dialécticamente, su prehistoria dolorosa. Dialéctica del trabajo emancipado como un cuerpo creado para el amor… como un cuerpo social fraterno cuyo vientre se preña con luchas revolucionarias bajo la verdad inmensa de miradas con extensión absolutamente socialista… para siempre. Cuerpo preñado con revoluciones permanentes.

«Engels siempre, y en general con toda justicia, se posponía a Marx. «Al lado de Marx -escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo- me correspondió el papel de segundo violín». Su cariño hacia Marx mientras éste vivió y su veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos. Engels, el luchador austero y pensador profundo, era hombre de una gran ternura4″. Engels dio instrucciones para que a su muerte su cuerpo fuera incinerado y sus cenizas arrojadas al mar en Beachy Head en el sur de Inglaterra. No quería ningún monumento5. Dijo de Marx lo que aquí ahora decimos de él: «Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra6». F. Engels

1 V.I. Lenin Otoño de 1895 www.engels.org/marxismo/marxis1/marx1.htm

2 V.I. Lenin Otoño de 1895 www.engels.org/marxismo/marxis1/marx1.htm

3 www.engels.org/marxismo/marxis1/marx1.htm

4 http://www.engels.org/

5 http://www.engels.org/libr/razon/raz_0_2.htm

6 Frase final del Discurso pronunciado en inglés por F. Engels, en el cementerio de Highgate, el 17 de marzo de 1883.

PASTE

Comunicado en respaldo al Presidente Nicolás Maduro Moros, a la soberanía y la autodeterminación de la República Bolivariana de Venezuela

La Universidad internacional de las comunicaciones manifiesta su más absoluto y firme respaldo al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, a su gobierno y al pueblo venezolano, frente a la burda pretensión del gobierno de Donald Trump de escalar la agresión continuada que viene perpetrando contra la soberanía y la estabilidad del país, a través de la imposición de lo que hoy por hoy no dudamos en calificar como una absurda y fracasada “fake News”

Alertamos que la falsa narrativa del “Cartel de los Soles”, impuesta a través del conglomerado militar de la información propiedad de la élite globalista, no es más que una estratagema reciclada del gobierno norteamericano, cuyo fin último es hacer pagar Venezuela y a los demás pueblos de América Latina y el Caribe el costo bestial de una crisis económica, financiera, política y moral, que hace aguas al interior del sistema capitalista y, de manera escandalosamente notoria, en Estados Unidos.

En La Uicom denominamos a esta práctica la “narrativa gris”. Se trata de un discurso de guerra, preparado y orquestado para la muerte, pero que se presenta “meticulosamente disfrazado de supuesta práctica institucional, internacional, democrática, legítima y hasta defensora de los derechos humanos» (…) Se propone labrar el descrédito de la dirección política del país, de su modelo de gobierno, pero aún más, de las posibilidades de una convivencia nacional pacífica, digna y confortable”. Una estrategia de propaganda que busca horadar la dignidad nacional, usando el linchamiento moral del liderazgo revolucionario para aniquilar en el imaginario nacional e internacional las grandes victorias que hemos construido poco a poco, amalgamando espacios pequeños de ternura y vida en comunidad. Enumeramos algunas: crecimiento económico del 6,6 por ciento en 2025, plena soberanía en la producción de alimentos, estabilidad política y seguridad ciudadana, golpes certeros al crimen organizado, al narcotráfico y al terrorismo, destacada actuación de nuestra juventud es escenarios deportivos, científicos y culturales nacionales e internacionales y, lo más demoledor, la fe, la alegría creciente del pueblo venezolano, savia vital que recorre y estremece el nervio popular de todo el continente.

Los agresores conocen bien la talla política del Presidente Nicolás Maduro; saben que es leal conductor de la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez, tras la partida de nuestro Comandante Eterno. Resienten porque ha tenido éxito y porque tienen la certeza de que no cejará en su misión de cumplir el mandato del líder supremo. Por eso tratan de imponer el absurdo, devenido en ridículo, como verdad única e incuestionable. Vierten en sus plataformas acusaciones sin asidero real, ni lógica jurídica, ni siquiera con alguna pincelada que las torne al menos un poco verosímiles; engordan groseramente sus misiles de basura desinformativa pretendiendo borrar la voluntad del pueblo venezolano que ha ratificado el mandando del chavismo en 34 elecciones los últimos 25 años.

Denunciamos ante gobiernos y pueblos del sur global la intención inconfesable oculta tras este ataque sin sentido al Presidente en legitimo ejercicio de una nación soberana. Prevenimos que el objetivo es deslegitimar nuestros sistemas democráticos, institucionalizar el desprecio absoluto al derecho internacional, naturalizar el despojo, la guerra y de la ocupación por la fuerza de espacios ajenos ¿ acaso justificar una “solución final” para cualquier gobiernos que les sea incomodo o inconveniente, como la que ejecutan contra el pueblo de Palestina ?

Rechazamos de manera categórica -y sin matices- la política de agresión, chantaje y sabotaje impulsada por Donald Trump contra la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela. Su historial de injerencia, bloqueos y amenazas constituye un atropello inaceptable al derecho internacional y a la autodeterminación de los pueblos.

Reconocemos en el pueblo venezolano un ejemplo de firmeza, creatividad y coraje político, que inspira a las naciones libres a cerrar filas contra el intervencionismo y la guerra mediática.

Ratificamos que ninguna maniobra de injerencia extrajera podrá quebrar la voluntad del pueblo venezolano y su presidente legítimo, Nicolás Maduro Moros, cuya fuerza moral y política les brinda sobrada capacidad para resistir y vencer cualquier nueva arremetida de imperios decadentes.

¡Venezuela vencerá porque guarda celosamente, con amor, semillas para alimentar el nacimiento de un Nuevo Orden Mundial, del nuevo mundo mejor posible! ! Y Nicolás Maduro seguirá al frente de los destinos de esta hermosa construcción colectiva porque así lo decidió el pueblo venezolano, depositario absoluto de la soberanía nacional

!Que viva Venezuela! !Que vía Nicolás Maduro! !Que viva el pueblo venezolano!

En Caracas, a los 14 días del mes de agosto de 2025

Tania Valentina Díaz González
Rectora

Fernando Buen Abad
Rector Internacional

Vicerrectoras, Vicerrectores, cuerpo directivo, estudiantes y trabajadores de la Universidad Internacional de las Comunicaciones

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Por Fernando Buen Abad | Historia universal de las mentiras

Mentir no es solo hablar en falso, mentir es construir sistemas. Mentir ha servido hasta para fundar imperios. Mentir es redactar constituciones, fabricar credos, imprimir billetes, firmar tratados y emitir noticias.

La mentira no es apenas un error o una debilidad moral: es una herramienta sistémica de dominación. Es la materia prima de muchas “verdades” oficiales. Es una metodología semiótica que, bien manejada, produce obediencia, resignación, consenso. Por eso, urge escribir una Historia Universal de las Mentiras que no sea apenas una cronología de falsificaciones, sino una crítica radical de los dispositivos simbólicos con los que la mentira se ha hecho poder.

Hay que decirlo claro: la mentira ha sido sistemáticamente utilizada por las clases dominantes como un modo de producción ideológica. Y ha sido impuesta no sólo con palabras, sino con imágenes, con gestos, con silencios. La mentira es multimodal, multisensorial y multidimensional. Tiene gramática, tiene sintaxis, tiene economía política. No se trata de errores ni deslices: se trata de una maquinaria.

Desde los papiros egipcios hasta las fake news algoritmizadas, la mentira ha ocupado el centro de la escena semiótica. Se ha transformado con las épocas, pero no ha dejado de cumplir su función: ocultar la explotación, desmovilizar la crítica, reescribir la historia y glorificar a los verdugos. ¿Quién ha mentido más y con más impunidad que los vencedores?

Toda mentira poderosa necesita una legitimación narrativa. Y para eso están las mentiras fundacionales. En el fondo de cada imperio late una gran farsa que le da sentido y prestigio: el “pueblo elegido”, la “misión civilizadora”, la “mano invisible del mercado”, el “destino manifiesto”, el “sueño americano” … son todas variantes de la misma lógica semiótica: producir ficciones eficaces.

La invasión de América fue una mentira con tinta de códice. No fue descubrimiento, fue invasión. No fue encuentro de culturas, fue genocidio. Y, sin embargo, la escuela, los libros y las fechas patrias insisten en narrarla con el perfume rancio de la epopeya. ¿Qué semiótica legitima que un saqueo se celebre como avance de la humanidad? La semiótica de la falsedad.

Del mismo modo, la historia de la modernidad capitalista es una historia de mistificaciones. Libertad, igualdad, fraternidad… pero sólo para la burguesía. El “progreso” industrial construyó imperios a costa de la miseria obrera. La democracia representativa institucionalizó la plutocracia. El liberalismo económico se presentó como emancipador mientras consolidaba nuevos yugos.

Mentir es construir narrativas con efectos materiales. Cuando la historia la escriben los vencedores, la mentira se vuelve leyenda. El capitalismo no sólo produce mercancías: produce signos. Produce ideología. Produce significados. Y en ese proceso, la mentira cumple un papel central. No sólo se miente en los discursos políticos, también se miente en las etiquetas, en las publicidades, en las encuestas, en los titulares, en los algoritmos, en los datos supuestamente neutrales. Todo un sistema de fabricación de falsedad camuflada de objetividad.

Su economía política de la mentira requiere analizar quién la produce, cómo circula, a quién beneficia y cómo se naturaliza. Mentir, en este contexto, es fabricar sentido a la medida del capital. Y eso no es una metáfora: es un modelo de negocio. Basta ver cómo operan los grandes medios de comunicación, las plataformas digitales, las consultoras de imagen y las fábricas de bots. No mienten por error, mienten por diseño.

Falsedad sistémica

La mentira, así, deviene industria. Y esa industria tiene nombre: industria cultural, industria mediática, industria de la ignorancia. Walter Benjamin ya lo anticipó: cuando la barbarie se convierte en cultura oficial, la mentira se convierte en patrimonio.

Desde una perspectiva semiótica crítica, la mentira no es una palabra aislada ni un enunciado equivocado. Es una estructura de sentido falseado, sostenida por aparatos de producción simbólica. Podemos identificar al menos cinco operaciones semióticas típicas de la falsedad sistémica: a) Inversión proyectiva: consiste en acusar al otro de lo que el mentiroso mismo hace. Ejemplo: las potencias imperialistas que acusan a los países soberanos de dictaduras, mientras imponen guerras, bloqueos y asesinatos. b) Eufemización: camuflar la violencia con palabras suaves. Ejemplo: llamar “daños colaterales” a las masacres. c) Descontextualización: tomar hechos reales y presentarlos fuera de su contexto para manipular su sentido. d) Omisión selectiva: mentir por lo que se calla, por lo que no se muestra. e) Repetición hipnótica: instalar una mentira como verdad por simple repetición.

Hoy no estamos frente a una decadencia de la verdad, sino frente a una mutación del régimen de falsedad. La llamada “posverdad” no significa que la verdad haya muerto, sino que la mentira se ha perfeccionado. Ha mutado en forma y velocidad. Se ha adaptado al ritmo de las redes, a la estética de los memes, al formato de las aplicaciones digitales.

La mentira contemporánea es acelerada, viral, segmentada y rentable. La posverdad es la fase digital del sistema de falsedades del capitalismo. Ya no hace falta que una mentira sea creíble: basta con que refuerce una emoción. El odio, el miedo, el desprecio… son los vectores afectivos de la falsedad. Y los laboratorios del capitalismo lo saben. Por eso invierten millones en estudiar el comportamiento de los públicos, en diseñar campañas de manipulación emocional, en automatizar la mentira con inteligencia artificial.

¿Ejemplos? Las “armas de destrucción masiva” en Irak. Las “crisis humanitarias” en Venezuela. El “narcoestado” como forma de criminalizar proyectos soberanos en América Latina. Todas, mentiras con función estratégica: justificar la intervención, debilitar la organización, sembrar desesperanza.

Frente a la mentira sistémica, la crítica semiótica no puede limitarse a denunciar errores. Debe desenmascarar estructuras. Debe revelar los intereses detrás de las palabras. Debe construir una pedagogía de la sospecha, pero también una pedagogía de la verdad popular. La verdad no es neutral. Es un campo de disputa. Una trinchera. Una batalla de clase.

Decía Fidel: “La verdad debe ser dicha, aunque duela”. Decía Gramsci: “La verdad es siempre revolucionaria”. Decía Lenin: “Lo más revolucionario que puede hacerse es decir la verdad”. Y dice AMLO: “La mentira es reaccionaria, la verdad es revolucionaria”.

@FBuenAbad

Comunicación para la paz (1)

Comunicación de Paz (humanismo que toma la palabra)

Nuestro mundo sitiado por la semiosis bélica. Vivimos en un planeta intoxicado, también, por el ruido de los cañones, pero aún más por la propaganda que los justifica y endiosa. No sólo bombardean las ciudades: bombardean los signos. El belicismo no se limita a la violencia física, se expande como semiosis que produce su sentido bajo la hegemonía del miedo, la obediencia y la cosificación del otro. No hay guerra sin semiótica de guerra. No hay misil sin metáfora y moraleja.

VOCES MULTIPPLES

Libertad de expresión en la encrucijada: censura, poder y resistencias en el siglo XXI

Fernando Buen Abad Domínguez

Cátedra Sean MacBride • UICOM •

 “La libertad de prensa no es un privilegio de los periodistas, sino un derecho de los pueblos.” Sean MacBride

Nuestra libertad de expresión, la que debería gozar la humanidad entera, atraviesa una de sus coyunturas más críticas en el siglo XXI. A pesar de los avances tecnológicos que han “democratizado” el acceso a la información y ampliado, no sin peligros, las posibilidades de participación ciudadana en los espacios públicos digitales, los mecanismos de censura, control y represión han evolucionado con igual o mayor sofisticación. Es una paradoja histórica a la que asistimos casi sin defensa  en la llamada “era de hiper-comunicación” global que coexiste con formas cada vez más sutiles —y otras abiertamente brutales— de silenciar voces, criminalizar el pensamiento crítico y monopolizar la construcción del sentido común y asesinar periodistas.

Inspirados en el espíritu y los principios de la Cátedra Sean MacBride de la UICOM, necesitamos examinar la colisión entre los ideales de la libertad de expresión y las prácticas sistémicas de censura contemporánea, tanto en contextos autoritarios como en democracias formales. Lo que está en juego no es solo el derecho a hablar, sino el derecho a saber, a disentir y a transformar la realidad desde el lenguaje. Afirmarnos en la dialéctica de la ética y la comunicación.

Censura no es sólo cercenar imprentas, decomiso de ediciones o encarcelamiento y muerte de periodistas. Si bien estas prácticas persisten, con crudeza extrema en no pocos países, el “nuevo” rostro de la censura en muchas democracias burguesas, toma formas más complejas: control algorítmico de visibilidad, discursos de odio institucionalizados, manipulación informativa por conglomerados mediáticos y censura indirecta vía financiamiento, publicidad o presión judicial.

En América Latina, por ejemplo, la criminalización de periodistas, el uso del lawfare, la concentración mediática y la violencia de actores paramilitares o del crimen organizado constituyen formas estructurales de censura. En México, tan solo entre 2000 y 2024, más de 150 periodistas han sido asesinados, en un contexto de impunidad estructural y complicidad institucional. Pero también en Europa y Estados Unidos, la censura toma formas “legítimas”: eliminación arbitraria de contenidos en plataformas digitales, invisibilización de voces disidentes por los monopolios de medios, etiquetado sesgado de discursos contra-hegemónicos, y vigilancia masiva bajo el pretexto de la seguridad nacional. Se trata, como advierte Noam Chomsky, de “una censura por omisión”, una “fabricación del consenso” que opera desde la “normalidad” de los dueños.

En el Informe MacBride de 1980, titulado “Un solo mundo, voces múltiples”, se denunciaba la concentración del poder mediático en manos de unas pocas corporaciones del norte global, advirtiendo que, sin una democratización profunda de las estructuras de comunicación, no habría libertad real de expresión. Cuatro décadas después, sus alertas no sólo conservan vigencia: han sido superadas por una realidad aún más distópica. Hoy, cinco conglomerados controlan más del 80% del flujo global de información en internet. Google, Meta, Amazon, Microsoft y Apple imponen criterios de visibilidad, rentabilidad y censura sin mecanismos transparentes de rendición de cuentas. En lugar de un espacio público global, se ha construido una arquitectura privatizada de dominación del sentido, basada en la lógica del mercado y la ideología de la clase dominante.

Con los algoritmos que deciden qué se ve, qué se ignora y qué se bloquea están diseñados por actores que no responden a los pueblos, sino a los accionistas. Las plataformas se convierten así en nuevos censores globales, capaces de silenciar campañas políticas, borrar memorias históricas, moldear opiniones y sancionar disidencias. No existe censura neutral. Toda forma de censura responde a una correlación de fuerzas, a un campo de disputas ideológicas, políticas y económicas. En ese sentido, censurar una voz —o permitirla— es siempre un acto político.

En muchos países con economías gravemente dependientes, los movimientos sociales, feministas, indígenas o sindicales enfrentan una doble censura: la institucional, que criminaliza sus protestas y discursos; y la mediática, que los estigmatiza como “violentos”, “radicales” o “antidemocráticos”. Esta censura discursiva produce exclusión simbólica: niega legitimidad al otro, clausura la posibilidad de interlocución y habilita la represión. Pero también hay censura selectiva. Mientras se silencia la denuncia popular, se amplifican voces ultraconservadoras, negacionistas o racistas, muchas veces protegidas por el manto de la “libertad de expresión”. Aquí se produce una inversión perversa: se protege la libertad del discurso opresor mientras se persigue la palabra emancipadora.

Sin embargo, no todo es oscuridad. El siglo XXI ha sido también testigo de una explosión de experiencias comunicativas desde abajo: radios comunitarias, medios alternativos, redes de periodistas independientes, colectivos de comunicación popular, canales indígenas y afrolatinos, campañas digitales por la verdad y la justicia. Estas experiencias reivindican no sólo el derecho a informar, sino el derecho a narrar el mundo desde otras epistemologías. Rompen con el monolingüismo mediático del capital y ensayan lenguajes otros, sensibilidades otras, lógicas otras. En Bolivia, el proceso de comunicación indígena-originaria; en México, las radios comunitarias de Oaxaca o Chiapas; en Argentina, las redes de medios populares feministas; en Palestina, los periodistas ciudadanos que narran desde la ocupación… todos ellos constituyen formas de resistencia semiótica. En Venezuela como en Cuba la teoría y la práctica de la comunicación socialista.

Nuestra libertad de expresión no puede reducirse al marco liberal de la tolerancia abstracta. Debe inscribirse en una ética del diálogo emancipador, en una política del reconocimiento mutuo y en una lucha por democratizar no solo el acceso, sino la producción y distribución del sentido. Frente a este panorama de censura múltiple, la Cátedra Sean MacBride propone un horizonte de acción comunicacional que combine la crítica estructural con la construcción de revoluciones comunicacionales concretas. Algunas líneas estratégicas urgentes son: Democratizar los sistemas mediáticos: Impulsar legislaciones antimonopólicas, promover medios autónomos de base social responsable, medios públicos con control ciudadano y garantizar el financiamiento de medios comunitarios e independientes.

Regulación democrática de plataformas digitales: Establecer mecanismos de transparencia algorítmica, protección de derechos digitales y participación social en la gobernanza de internet. Educación crítica en comunicación: Incorporar en los sistemas educativos una pedagogía crítica del lenguaje, los medios y la información, que forme ciudadanías activas contra la manipulación informativa. Protección efectiva a periodistas y comunicadores sociales: Garantizar el derecho a informar sin miedo, con protocolos claros de seguridad, justicia y reparación frente a la violencia. Reconocimiento de la comunicación como derecho humano colectivo: No basta con proteger a individuos. Es necesario construir sistemas que garanticen el derecho de los pueblos a comunicar, a ser informados y a ejercer su soberanía cultural.

Hablar para no morir. La libertad de expresión no es un eslogan. Es una trinchera. Un campo de disputa por el sentido. Defenderla implica confrontar no sólo a los censores explícitos, sino a los regímenes de sentido que naturalizan el silencio, que convierten la mentira en espectáculo y la violencia en rutina. En tiempos de guerra cognitiva, de batallas culturales burguesas, desinformación, pos-verdad y plus-mentira, ejercer la palabra crítica, la palabra que interpela y emancipa, es un acto profundamente revolucionario. Como enseñó MacBride, “una comunicación verdaderamente libre sólo puede florecer en un orden internacional más justo”. Hoy, como nunca, esa libertad está en disputa.