CALLES, REDES, MEDIOS PAREDES Y RADIO BEMBA (Nicolas Maduro Moros)
Por Yaloha Rodríguez
Pertenecer a LAUICOM, es una oportunidad de oro para crecer Academica y personalmente, son muchas las “tareas” que surgen en nuestra diaria labor y todas ellas suman a procesos emancipatorios en el ámbito de la comunicación en Venezuela ¡Una pelusa! En ese sentido, no hay tarea pequeña y sinsentido, todas nuestras propuestas son un aporte para una sociedad asediada de manera constante por matrices de opinión que buscan desestabilizar nuestra vida misma.
Para mí, realizar un análisis crítico de este texto no es solo una tarea académica, es una oportunidad para que mi voz sea escuchada y mi perspectiva sea visibilizada. Valoro la oportunidad de expresar lo que siento y pienso, sabiendo que mi conocimiento y mis vivencias son importantes para la construcción de una realidad colectiva. En este proceso, me doy cuenta, que mi opinión cuenta, y al compartirla, contribuyo a fortalecer el diálogo y la reflexión en mi comunidad.
Me he dado cuenta, al leer a Nicolás en este manual, de la importancia que tiene mi propia percepción en cómo entiendo el mundo. A menudo, creemos que la realidad es una sola, pero el texto me hace ver que cada uno de nosotros procesa la información de manera única, desde nuestra propia trinchera de la verdad. Mi opinión no es solo un pensamiento personal, es una pieza clave en la construcción de la realidad colectiva. Entiendo ahora que mi voz cuenta, y la tuya también.
Por eso, me identifico con la idea de que todos y todas somos importantes. El texto subraya cómo el poder popular se convierte en un actor legítimo en la producción de relatos y discursos. Si no nos reconocemos como productores activos de conocimiento, nos convertimos en receptores pasivos de la información. Esto me hace pensar en lo valioso que es participar y no dejar que otros decidan por nosotros. Cada historia personal suma a la gran historia de nuestro pueblo.
He reflexionado sobre la manipulación mediática que el texto describe, esa «guerra cognitiva» que busca cambiar nuestra estructura de pensamiento. El manual argumenta que esta manipulación tiene éxito porque las narrativas hegemónicas se amplifican a través de un ecosistema mediático transnacional. Esto me hizo pensar que, si no nos comunicamos entre nosotros, de forma directa y genuina, dejamos un vacío que la desinformación llena fácilmente. La falta de diálogo horizontal nos hace vulnerables.
Sin embargo, es menester mantener la esperanza al mostrar que las herramientas para comunicarnos están a nuestro alcance. No necesitamos grandes corporaciones para contar nuestra verdad. El método que describe, que incluye las redes sociales, las paredes y la comunicación boca a boca, demuestra que la comunicación popular es una fuerza poderosa. Cada conversación en la calle o mensaje en un chat es una forma de resistencia. ¡No te subestimes!
Entiendo que la comunicación efectiva no es solo tener acceso a una red social; es recuperar nuestra voz históricamente silenciada, en una permanente inquisición del pensamiento propio, donde el que piensa, analiza, intuye y se expresa, es peligroso. Se trata de reconquistar los espacios para la expresión, desde el muro de un barrio hasta el grupo de WhatsApp. Soy yo quien decide cómo usarlas, no ellas a mí.
Me siento llamada a analizar y pensar mis propios contextos. El texto menciona la importancia de la soberanía del pensamiento, que es inseparable de la soberanía política. Para mí, esto significa que, para ser verdaderamente libre, debo cuestionar lo que veo y escucho, y usar mi propia experiencia como guía. La sabiduría popular, la que nace de nuestras vivencias cotidianas, es la base para construir un proyecto emancipatorio.
Para escribir mi propia historia, debo alejarme de las narrativas prefabricadas y sumergirme en mi propia realidad. Me siento invitada a ser un productor activo de conocimiento, a valorar mis experiencias y las de mi comunidad. Es un recordatorio de que mi vida no es un guion que otros escriben; mi vida es la materia prima para mi propia narrativa. Me doy cuenta de que este acto es profundamente político y personal a la vez.
Ser reflexivo y autoevaluarme constantemente se vuelve crucial para mejorar mi entorno. Así, el cambio no solo ocurre afuera, sino que también empieza en mí. Esta tarea me permite visibilizar tres estrategias para una comunicación eficaz desde nuestras realidades cotidianas:
Fomentar la escucha activa: Antes de hablar, me propongo escuchar de verdad a los demás. En lugar de replicar lo que veo en las noticias, quiero entender las vivencias de las personas a mi alrededor. La comunicación auténtica existe con una relación de igualdad entre los interlocutores, y escuchar es el primer paso.
Verificar la información en mi entorno cercano: Para contrarrestar las narrativas distorsionadas, me comprometo a no compartir información sin antes contrastarla con mis conocidos y mi propia experiencia. Si escucho un rumor, prefiero investigar en fuentes confiables y diversas, hablar con alguien de mi comunidad que buscarlo en un portal desconocido. Esto ayuda a fortalecer el tejido social.
Usar los medios a mi alcance para compartir mi visión: Las herramientas están en nuestras manos. No solo voy a usar las redes para consumir, sino también para crear. Ya sea un mensaje de voz en un grupo de chat, una publicación con mi punto de vista o incluso un dibujo en una pared, voy a usar estos canales para aportar mi voz a la narrativa colectiva.