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El gran despliegue: Real World Assets y la financiarización de la deuda estadounidense

Por: Martín Augusto Román – Tomás Martínez

«El nuevo colonialismo no usa barcos, usa algoritmos: imponer la stablecoin del dólar es el primer paso para el dominio económico total con la comunicación digital como ariete».

La nueva realidad económica se articula en torno a los Real World Assets (RWA) o Activos del Mundo Real. La tokenización que se expresa en la oferta en la criptoeconomía de acciones, oro, bienes raíces, bonos del Tesoro de EE.UU. y crédito privado, ha impulsado la capitalización de este mercado a USD 280 mil millones entre enero y julio de 2025.

El mercado de RWA tokenizado creció más del 260 % en el primer semestre de 2025, superando los USD 23 mil millones, con la deuda tokenizada del Tesoro de EE.UU., representando el 34 % de este total.

Esto significa que, sin darnos cuenta, parte de los ahorros de un latinoamericano en un fondo de inversión digital podría estar compuesto por fragmentos de deuda estadounidense tokenizada, en lugar de invertirse en proyectos locales de infraestructura o desarrollo.

La Ley GENIUS

La Ley GENIUS consolida el uso de los bonos federales del Tesoro de EE.UU. como el pilar fundamental para el respaldo de las stablecoins, lo que no solo refuerza su valor como activo seguro, sino que también abre un canal masivo y eficiente para la captación de deuda pública estadounidense a nivel global.

Para un pequeño inversor en Bogotá o Lima, esto se traduce en que las «stablecoins» que use, para protegerse de la devaluación de su moneda local están, en realidad, financiando el déficit fiscal de EE.UU., no en el desarrollo de su propio país.

Ley CLARITY

La Ley CLARITY delimita las competencias de la SEC (Securities and Exchange Commission – Comisión de Bolsa y Valores), y la CFTC (Commodity Futures Trading Commission) sobre otros criptoactivos. Este marco, aparentemente técnico, tiene implicaciones geopolíticas estructurales profundas. Al normalizar y regular los activos digitales desde el centro del sistema financiero global, EE.UU. exporta no solo un modelo de negocio, sino también un estándar de cumplimiento, regulación, supervisión y gobernanza que los países de América Latina se verán condicionados a adoptar forzosamente para no quedar desconectados y excluidos de los flujos financieros de capital.

Un ejemplo cotidiano: una FINTECH mexicana que quiera emitir un token respaldado por remesas, podría verse obligada a cumplir con normativas de la SEC, diseñadas con estándares económicos-contables-financieros para Wall Street; encareciendo así su operación y limitando su innovación para servir a su comunidad local.

Esta es una «forma paralela de crear dinero fuera del control directo de la Reserva Federal», induciendo un cambio estructural en la financiación del déficit público de EE.UU., que asciende a USD 37.000.000.000.000, junto con una deuda privada de USD 50 billones.

Proyecciones a corto plazo

Esta deuda es tan colosal que, si se distribuyera en forma percapita, a cada ciudadano estadounidense le correspondería afrontar una obligación superior a USD 110.000. Para un latinoamericano, su significación es como si toda la deuda de su hipoteca, su auto y sus tarjetas de crédito estuviera denominada en una moneda que no controla, y cuyo valor lo decide una autoridad monetaria (banco central) extranjero.

Las proyecciones más optimistas de líderes de la industria como Coinbase sugieren que hasta el 10 % del PIB mundial podría operar con «rieles criptográficos» para finales de la década. Y el mercado de stablecoins podría alcanzar billones de dólares estadounidenses para el año 2028.

El Departamento del Tesoro de EE.UU. ya ha duplicado en lo que va del año (2025), la compra de bonos federales del tesoro, en comparación con toda la compra realizada a lo largo del año 2024.

Objetivo principal

Este flujo de capital busca atraer y financiar una red global basada en el dólar digital. Mientras tanto, las reservas internacionales de América Latina y el Caribe suman USD 1.2 mil millones. Una cifra modesta frente a la capitalización de las bolsas de Shanghái, Hong Kong y Shenzhen, que en conjunto alcanzan los USD 13.3 billones de en el 2025; o los USD 62 billones de la Bolsa de Valores de Nueva York y NASDAQ.
La riqueza financiera de toda la región equivale a menos del 2 % de la capitalización de solo la bolsa de Nueva York (NYSE). Es decir, es como si el ahorro de toda una familia latinoamericana fuera una moneda de 100. Mientras el vecino (EE.UU.), tiene una bóveda con 10,000; cualquier decisión que tome el vecino sobre cómo usar su dinero afectará directamente el valor de esa moneda de 100.

Esto permite inferir que la integración de la criptoeconomía y la banca tradicional asociada al SWIFT, los servicios de la criptoeconomía y las plataformas de inversión financiera tradicionales y cripto representan el tridente que trasladará el volumen (USD 37 billones) de deuda de EE.UU. a los usuarios bancarios y no bancarios de todo el mundo, en especial a su denominada “área vital”, América Latina y el Caribe.

Más temprano que tarde, cuando un latinoamericano habitante de cualquier ciudad de América o un pequeño comerciante en el Caribe compre un «token» de oro o deuda a través de su App de banco; estará, sin saberlo, adquiriendo un fragmento de la deuda estadounidense, integrando su exiguo capital a una maquinaria financiera que no prioriza el desarrollo de su propia región. Todo esto fuera del alcance de control y supervisión de los bancos centrales de los estados nación periféricos.

Venezuela News

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El Nuevo Leviatán Digital: La Estrategia de EE. UU. y la Encrucijada de la Soberanía Latinoamericana y Caribeña

Por: Martín Augusto Román.

Universidad Internacional de la Comunicaciones.

Venezuela.

“Una nueva batalla por la mente: usar la economía y la comunicación digital para reemplazar las monedas nacionales con las stable coin : dólar”

La desregulación de la economía y la comunicación digital en América Latina y el Caribe presenta una paradoja estratégica. Mientras que la flexibilidad normativa puede impulsar la innovación, la ausencia de marcos claros ha generado un espacio propicio para la consolidación de un nuevo orden financiero global, orquestado desde Estados Unidos.

Este artículo explora cómo la arquitectura legal, institucional y financiera estadounidense soportado en su deuda se erige como un bastión de poder en la era de los activos digitales, desafiando la soberanía económica de los estados nación en América Latina y El Caribe, proyectando un futuro de creciente dependencia.

El Nuevo Orden Financiero Digital: La Arquitectura Regulatoria de EE. UU. como Bastión de Poder

La promulgación de la Ley GENIUS (Guía y Establecimiento de la Innovación Nacional para las Stablecoins de EE. UU.) en julio de 2025 y el avance de la Ley CLARITY (Ley de Claridad del Mercado de Activos Digitales de 2025) marcan el inicio de una nueva era de “claridad regulatoria en Estados Unidos”. Lejos de una simple desregulación, esta es una re-regulación estratégica diseñada para repatriar la actividad económica y el talento al territorio estadounidense, al tiempo que se establece un control sin precedentes sobre la naciente economía digital.

La Ley GENIUS define las stablecoins de pago como un instrumento financiero distinto de los valores o materias primas, asignando su supervisión principal a los reguladores bancarios tradicionales de EE. UU., como la Reserva Federal (Fed), la Oficina del Contralor de la Moneda (OCC) y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC). Este «tridente de autoridad bancaria» tiene como objetivo aplicar los mismos estándares de «seguridad y solidez» del sistema bancario tradicional a este nuevo tipo de activo.

El marco impone “requisitos rigurosos” a los emisores de stablecoins: deben ser entidades formadas en Estados Unidos, mantener reservas que respalden cada stablecoin en circulación en una proporción de al menos uno a uno, y estas reservas deben consistir en activos líquidos y seguros, como dólares estadounidenses, depósitos en bancos asegurados o bonos del Tesoro a corto plazo.

Crucialmente, estas reservas deben estar segregadas de los fondos operativos del emisor y no pueden ser pignoradas o reutilizadas. La ley incluso prohíbe a los emisores pagar intereses a los titulares de stablecoins, eliminando una de sus principales ventajas competitivas frente a los depósitos bancarios tradicionales y asegurando la centralidad de los bancos en el ecosistema.

Desde la perspectiva de la soberanía nacional, esta legislación es un movimiento maestro para EEUU y en simultaneo un instrumento de colonización monetaria para América Latina y El Caribe. Al exigir que las stablecoins estén respaldadas por activos estadounidenses y que sean emitidas por entidades nacionales o bajo estrictas condiciones para los emisores extranjeros (quienes deben mantener reservas en instituciones financieras de los Estados Unidos), EE. UU. no solo garantiza la estabilidad de su propio sistema financiero, sino que transforma las stablecoins en un nuevo y poderoso canal para la captación global de su deuda pública.

En 2025, la deuda tokenizada del Tesoro de EE. UU. ya representaba el 34% del mercado de Activos del Mundo Real (RWA). La proyección es que los bonos del Tesoro de EE. UU. se consolidarán como el pilar fundamental para el respaldo de las stablecoins denominadas en dólares, reforzando su valor como activo seguro y líquido en el ecosistema digital.

Este «modelo de rieles duales» (dual rails), donde los flujos de pagos fiduciarios (vía SWIFT) y los de activos digitales (en redes blockchain) coexisten, no busca la desintermediación, sino la integración controlada, donde los bancos y las instituciones establecidas tienen un papel central, lo que limita la capacidad de los nuevos participantes. La entrada de un consorcio de grandes bancos de EE. UU. (JPMorgan, Bank of America, Wells Fargo y Citigroup) para explorar una stablecoin compartida valida esta dinámica: el nuevo marco regulatorio está diseñado para permitirles liderar y controlar la adopción de stablecoins desde dentro del sistema establecido.

Este enfoque asegura que el sistema financiero global, incluso en su versión digital, siga anclado en la infraestructura y las regulaciones estadounidenses.

América Latina en la Encrucijada Digital: ¿Soberanía Monetaria o Dependencia del «Dólar Digital»?

El mercado financiero de América Latina y el Caribe (ALC) es un «laboratorio natural para la innovación financiera», con un crecimiento explosivo del mercado de tecnología blockchain, proyectado para alcanzar los USD 57.30 mil millones para 2033 desde USD 0.80 mil millones en 2024, con una Tasa de Crecimiento Anual Compuesta (CAGR) del 53.30%.

La región es el quinto mercado más grande en adopción de criptomonedas, representando el 9.1% del valor total recibido a nivel mundial entre julio de 2023 y junio de 2024. Este crecimiento es impulsado por las fintechs, cuyo ecosistema creció un 340% entre 2017 y 2023, y por una necesidad latente de estabilidad económica e inclusión financiera.

Sin embargo, detrás de estos datos alentadores se esconde una realidad que desafía la soberanía monetaria de los estados latinoamericanos: la primacía de las stablecoins. La adopción de criptoactivos en la región está motivada por la utilidad práctica, más que por la especulación, siendo las stablecoins la herramienta de elección para los usuarios que buscan una reserva de valor estable y un medio de pago eficiente.

48% de las compras de criptomonedas en exchanges ya corresponden a stablecoins, con México liderando la región con el 47% de todas las transacciones de este tipo.

La principal razón de esta adopción masiva es la búsqueda de estabilidad económica en mercados caracterizados por la volatilidad y la devaluación de las monedas locales. Los ciudadanos de Argentina, Venezuela, y otros países, donde casi 2 de cada 10 argentinos usan criptomonedas para ahorrar, están utilizando stablecoins como una forma de proteger sus ahorros «sin importar las políticas monetarias oficiales».

Este fenómeno, si bien beneficia a los individuos, representa una erosión de facto del control monetario estatal y una creciente dependencia de una moneda virtualmente dolarizada. Las remesas son un caso de uso seminal, con empresas como Bitso procesando hasta el 10% de los flujos entre EE. UU. y México. Aunque esto reduce costos y mejora la eficiencia, también canaliza una porción significativa de la economía hacia rieles financieros que están, en última instancia, vinculados y regulados por el sistema estadounidense.

El entorno regulatorio en ALC es fragmentado y evoluciona con criterios diversos. Si bien países como Argentina, Brasil y México están a la vanguardia, sus respuestas regulatorias a menudo buscan controlar el flujo digital. Por ejemplo, México no reconoce los activos virtuales como moneda de curso legal para las instituciones financieras, y Brasil propone restringir las transferencias de stablecoins a billeteras de autocustodia para facilitar el control sobre los pagos transfronterizos.

Estas medidas reflejan un intento fragmentado por mantener la soberanía sobre las finanzas nacionales frente a la globalización digital, pero se encuentran con la realidad de que la utilidad y la estabilidad percibida de las stablecoins ya han calado hondo en la población.

El modelo de negocio propuesto en ALC por empresas que buscan integrar DeFi con TradFi se presenta como un «puente» o una «API para el dólar digital». Esto no solo facilita la adopción de tecnologías blockchain, sino que también refuerza la dolarización digital de facto de la región, abstractando la complejidad de la blockchain para el usuario final, pero sin modificar la realidad de que el valor subyacente sigue siendo el dólar estadounidense.

La oportunidad para ALC de construir su propia infraestructura financiera soberana se ve eclipsada por la adopción masiva de soluciones que, si bien eficientes, consolidan la influencia financiera externa.

La Dominación Silente: RWA, Deuda Pública de EE. UU. y la Proyección de un Futuro Financiero Asimétrico

La tercera arista de esta consolidación financiera es la tokenización de Activos del Mundo Real (RWA) y su intrínseca conexión con la deuda pública estadounidense. Los RWA, activos físicos o intangibles representados en una cadena de bloques, prometen democratizar el acceso al capital, aumentar la liquidez y mejorar la eficiencia.

El valor total bloqueado (TVL) en RWA ha experimentado un crecimiento exponencial, con proyecciones de mercado que alcanzan los USD 4 billones para 2030. Sin embargo, esta revolución, lejos de ser descentralizada en su esencia, está siendo capturada y canalizada por el sistema financiero estadounidense.

La Ley GENIUS, al exigir que las stablecoins de pago estén respaldadas por activos líquidos y seguros como los bonos del Tesoro de EE. UU., no solo asegura la solidez de las stablecoins, sino que también crea una demanda masiva y sostenida de la deuda pública estadounidense a nivel global. Esto convierte a los Bonos del Tesoro de EE. UU. en el «pilar fundamental para el respaldo de las stablecoins denominadas en dólares», abriendo un canal masivo y eficiente para la captación de deuda pública estadounidense a escala global a través de la tokenización.

La proyección es clara: a medida que más entidades obtengan licencias bancarias y se conviertan en «emisores de stablecoins de pago permitidos» bajo la Ley GENIUS, la demanda de bonos del Tesoro de EE. UU. como respaldo para sus stablecoins de 1:1 aumentará significativamente.

La deuda tokenizada del Tesoro de EE. UU. ya representaba el 34% del mercado de RWA tokenizados de USD 23 mil millones en la primera mitad de 2025. Expertos proyectan que hasta el 10% del PIB mundial podría operar con «rieles criptográficos» para finales de esta década, y en este escenario, las stablecoins respaldadas por dólares serán una parte fundamental, con los bonos del Tesoro de EE. UU. como su pilar de estabilidad.

Esto representa un cambio estructural en la financiación del déficit público de EE. UU., donde las stablecoins se convertirían en una fuente no tradicional de demanda para la deuda estadounidense. Es una dominación financiera silente, en la que la «desregulación» en otras latitudes y la búsqueda de estabilidad por parte de los usuarios, se traducen en una centralización de facto del control financiero en EE. UU. y una nueva forma de financiar su hegemonía económica global.

Los sistemas de pago tradicionales como SWIFT, aunque reaccionan con proyectos piloto de tokenización, se verán cada vez más presionados a adaptarse o coexistir con infraestructuras blockchain que ofrecen mayor velocidad y menores costos. La integración de stablecoins en los pagos globales continuará, impulsada por soluciones que «desafían a SWIFT» al integrar alguna stabelcoin:dólar como USD1 (propiedad de World Liberty Financial, empresa de la familia Trump) en los pagos bancarios globales.

En este contexto, la «desregulación» en la comunicación digital en América Latina se convierte en un arma de doble filo. Si bien permite la hiperlocalización de la infraestructura y el contenido, la falta de un marco regulatorio claro en la región crea un «terreno de nadie» que la estrategia estadounidense aprovecha para cimentar su liderazgo, atrayendo talento y capital que buscan reglas de juego predecibles y claras. La transparencia es un pilar fundamental en la estrategia de confianza, pero esta transparencia se inscribe dentro de los marcos regulatorios y de supervisión de EE. UU., consolidando su influencia.

La arquitectura regulatoria de activos digitales en Estados Unidos, con las Leyes GENIUS y CLARITY, no es una mera respuesta a la innovación tecnológica, sino una estrategia geopolítica calculada para solidificar su poder financiero en la era digital. Al exigir que las stablecoins de pago estén respaldadas por su deuda pública y sean emitidas o controladas por entidades bajo su jurisdicción, EE. UU. está construyendo un nuevo Leviatán digital que impacta directamente la soberanía económica de los estados nación latinoamericanos.

La adopción masiva de stablecoins como refugio frente a la inestabilidad local, y la creciente tokenización de RWA con el Tesoro de EE. UU. como principal respaldo, auguran un futuro donde la capacidad de los estados para ejercer un control autónomo sobre sus políticas monetarias y flujos financieros se verá aún más mermada, consolidando una nueva realidad de dependencia financiera digital en las Américas.