Convertimos el centro histórico en un escenario de resistencia cultural. Porque cuando el pueblo se apropia del espacio público, no solo lo embellece: lo reivindica. Pero quizás lo más poderoso de todo no está en las calles, ni en las paredes, ni en las pantallas. Está en la palabra que se pasa de boca en boca. En la Radio Bemba. Esa red invisible que teje la comunidad con hilos de confianza.
Cuando pintamos un mural y un vecino pasa y dice: “Déjame dar una brochada”, y al día siguiente, al verlo terminado, dice con orgullo: “Yo ayudé a pintarlo”, ahí está la verdadera comunicación. No es viral, no es algorítmica, no es mercancía. Es pertenencia. En la escuela, en la radio, en los talleres, en los consejos comunales, siempre he creído en lo mismo: que nadie es menos que nadie. Que cada persona tiene algo que aportar. Que la educación no es imponer, sino dialogar. Que la justicia no es castigar, sino comprender. Y que la paz no se decreta, se construye con paciencia, con escucha, con amor.
El presidente Maduro desde sus experiencias de comunicador de calle, sabe que la soberanía cognitiva empieza cuando el pueblo se reconoce como sujeto de su propia historia. Yo la he visto en los ojos de un niño que pinta su primer árbol, en la voz de una joven que lee su primer poema en público, en la sonrisa de una abuela que dice: “Mi hijo, el pintor”, y estoy seguro de que él también lo ha visto.
Y si hay una moraleja en todo esto, no es una frase hecha. Es una certeza: No esperes a que te den la palabra, tómala, píntala, grábala, cuéntala. Porque la verdad no está en los titulares, sino en lo que tú y tu gente hacen todos los días para seguir soñando, juntos, en un mundo más justo. Porque al final, comunicar es cuidar. Y cuidar, en tiempos de guerra cognitiva, es un acto de amor revolucionario.
Merwin Pérez. Docente . Doctor en Creación Intelectual.

