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Voces Cátedra MacBride: Democratizar la Comunicación para Transformar la Educación

En el marco de la Cátedra MacBride, se presentan los aportes críticos, creativos y colectivos de nuestros estudiantes por una comunicación justa y soberana.

Por: Rosalba González Durán.

Cohorte XIX del Diplomado en Comunicación Política.

El Informe MacBride (1980), titulado: “Un solo mundo, voces múltiples” alertó sobre los peligros de la concentración informativa y la exclusión de voces diversas en el sistema comunicacional global. En la actualidad, sus advertencias cobran fuerza ante el dominio de los monopolios tecnológicos, que han transformado el ecosistema digital en un terreno fértil para la manipulación, la vigilancia y la desigualdad. Dicho informe denunciaba que pocas agencias de noticias controlaban el flujo de información mundial. Hoy, ese poder ha sido heredado y amplificado por gigantes tecnológicos como Google, Meta, Amazon y Apple, que no solo distribuyen contenido, sino que también deciden qué se ve, qué se oculta y cómo se interpreta. Esta concentración vulnera el principio de pluralidad informativa y reduce la diversidad de voces en el espacio público, al generar una visión sesgada del mundo, centrada en los intereses de los países desarrollados.

Las plataformas digitales operan con algoritmos que priorizan la rentabilidad sobre la veracidad. El usuario promedio desconoce cómo se seleccionan los contenidos que consume, lo que facilita la manipulación emocional, la polarización política y la difusión de noticias falsas. Asimismo, los monopolios tecnológicos perpetúan la exclusión ya que, millones de personas en diferentes partes del mundo, carecen de acceso a internet de calidad, mientras que las plataformas dominantes imponen estándares culturales y lingüísticos que marginan identidades locales. La brecha digital se convierte así en una brecha comunicacional y ética. Esta realidad, contradice el llamado del Informe MacBride a una comunicación responsable, ética, orientada al bien común y a el derecho de todos los pueblos a comunicar y ser escuchados.

Las grandes empresas tecnológicas han convertido los datos personales en mercancía, sin consentimiento informado ni control ciudadano. Esta práctica vulnera derechos fundamentales y transforma la comunicación en un instrumento de vigilancia masiva ya que la ética comunicacional también implica respetar la privacidad. En ese sentido, los monopolios tecnológicos han reconfigurado el paisaje comunicacional, pero lo han hecho ignorando principios éticos esenciales. Recuperar el espíritu del Informe MacBride es urgente: necesitamos un nuevo orden digital que garantice pluralidad, transparencia, equidad y respeto por los derechos humanos. Solo así podremos construir un entorno comunicativo verdaderamente democrático. Pero los problemas que denuncia el profesor Buen Abad muestran que ese orden aún está lejos de concretarse. Sin embargo, debemos tener presente que la comunicación es un derecho, no un privilegio, y que su democratización es clave para la justicia social.

Es importante señalar que el Informe MacBride no solo diagnosticó problemas, sino que propuso soluciones que siguen vigentes:

  • Democratizar los medios: fomentar la participación ciudadana en la producción de contenidos.
  • Promover la diversidad cultural: proteger lenguas, narrativas y expresiones locales.
  • Establecer marcos éticos y legales: regular el poder mediático y tecnológico con criterios de justicia social.

En ese contexto, la psicología comunicacional sostiene que las personas construyen subjetivamente la realidad a partir de lo que leen, escuchan o miran. Estas construcciones no solo afectan su percepción individual, sino también su conducta social, ya que los medios de comunicación moldean interpretaciones colectivas sobre hechos y temas relevantes. En este marco, la educación enfrenta hoy un desafío profundo: los estudiantes están cada vez más inmersos en redes sociales, expuestos a flujos constantes de información, muchas veces falsa o superficial que perjudica su capacidad crítica, su concentración y su motivación para aprender. Esta situación no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una estructura comunicacional dominante que condiciona la forma en que se accede, procesa y valora el conocimiento.

Tanto el Informe MacBride como los análisis del profesor Fernando Buen Abad coinciden en denunciar los efectos nocivos de la concentración mediática, la mercantilización de la información, la manipulación ideológica y la exclusión de voces populares. Esto ha tenido indudables efectos tanto para las comunidades, como para la educación, la cultura, el comercio, la participación política, el diálogo y la comprensión intercultural. Pero, se hace notar que, así como pueden usarse para el bien las tecnologías también pueden ser usadas para explotar, manipular, dominar y corromper las personas y las sociedades.

Frente a este panorama, desde el ámbito de la educación se vuelve urgente diseñar estrategias que orienten al colectivo institucional a transformar esa realidad que ha reproducido una cultura digital desinformada y despolitizada que desborda al sistema educativo y debilita su función formadora.

 Estas estrategias deben:

  • Promover una educación mediática crítica que forme ciudadanos capaces de analizar y cuestionar los mensajes que consumen.
  • Fomentar espacios de diálogo y producción de contenidos propios que valoren la diversidad cultural y el pensamiento autónomo.
  • Recuperar el sentido ético y social de la comunicación como herramienta para la emancipación y la justicia cognitiva.
  • Establecer vínculos entre comunicación, cultura y educación para fortalecer la identidad y la participación.

En las últimas décadas, las nuevas tecnologías se han integrado a nuestra existencia diaria de forma casi imperceptible, modificando profundamente la manera en que aprendemos, nos relacionamos y construimos sentido. Sin que lo advirtiéramos plenamente, las plataformas digitales, redes sociales y dispositivos móviles han reconfigurado nuestras rutinas, nuestros vínculos y nuestras fuentes de información. Aplicar los principios del Informe MacBride y los aportes del profesor Fernando Buen Abad implica asumir que la lucha por una educación crítica también es la lucha por una comunicación libre, plural y ética. Solo así podremos revertir el daño que esta estructura mediática está causando a toda nuestra población. Es por ello, que la transformación educativa no puede desligarse de una transformación comunicacional.

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