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DE LA CONMOCIÓN AL TEMBLOR

Por Prof. José Garcés Vicerrectorado de investigación LAUICOM

Un día después de que el Presidente Maduro iniciara los trámites legales y constitucionales para un decreto de “Conmoción” externa que sacude la subjetividad de los venezolanos, 10 sismos y 21 réplicas, que coincidencialmente, sacuden físicamente a los venezolanos. Nuestra intención es la de explorar cómo relacionamos psicológica y espiritualmente estos fenómenos.


Surge la primera pregunta ¿Están relacionados? Y la respuesta se abre camino desde 1812, aquel jueves santo cuando se celebraba la misa y muchos oficiales patriotas que estaban en la catedral cuando ocurrió el infausto terremoto, murieron aplastados por las pesadas vigas del edificio. De inmediato los sacerdotes españoles y realistas, explicaron el sismo como un castigo de dios a los venezolanos, por querer independizarse de España. La idea era desmoralizar a los venezolanos y hacerles creer que sus sueños independentistas, lo que les provocaría era un “Castigo divino”. A lo que rápida y certeramente Bolívar aprovechó para subir esa golpeada moral con su célebre frase que todavía retumba en los oídos de los imperialistas.

En realidad, la tarea del Libertador no era nada sencilla, desde las imágenes con las que uno estudiaba el tema en la escuela, en las que en el Libro “Arcoíris” ponía una pintura de Bolívar hablando sobre unos escombros, a la terrible realidad de la inconmensurable tragedia que significó ese terremoto, hay un largo trecho. Se dice que: “El Terremoto de Venezuela de 1812 dejó a la ciudad de Caracas en ruinas y escombros por 60 años. El tamaño y destrucción simultánea en varias ciudades del país ha bautizado este evento como «Terremoto de Venezuela» (Funvisis). Wikipedia dixit: “El terremoto del Jueves Santo de 1812 tuvo consecuencias devastadoras: causó la muerte de miles de personas (estimadas entre 15.000 y 20.000 en Caracas), la destrucción de ciudades como Caracas, La Guaira, Barquisimeto, San Felipe y Mérida, la caída de la Primera República de Venezuela y un cambio en el curso de la guerra de independencia, ya que fue interpretado como un «castigo divino» que debilitó a la causa patriota y fortaleció a las fuerzas realistas”. De manera que tratando de responder la pregunta inicial ¿Están relacionados? Para el ser humano, basta la proximidad temporal para que impacte en el alma.


Hoy no tenemos un imperio español que nos manipula con la “ira de dios”, pero hay algo que podemos aprender de los misterios de la mente que se manifiesta en el “Mundo imaginal”, y se trata de esa condición en la que el oprimido se levanta contra el opresor, pero siente que está haciendo algo malo. Esa condición psicológica fue la que aprovecharon los curas españoles en 1812.


Los esclavistas también aprovecharon esta condición y podemos ver cómo viene apoltronándose desde los inicios de la religión cristiana. Pablo de Tarso nos aleccionaba: en la carta a los efesios se puede leer: “Esclavos, obedezcan a sus amos con respeto y temor, como a Cristo”. En la carta a Tito, se lee: “Tito, enseña a los esclavos a someterse en todo a sus amos, a procurar agradarles y a no ser respondones. Que sean fieles para honrar así lo que nos enseñó nuestro Salvador”. Se dice que los misioneros cristianos cuando embarcaban a los esclavos les decían: “Con esta agua bendita ya sois hijos de Dios. Ahora debéis obedecer en todo a vuestros amos. Esclavo puede ser vuestro cuerpo, pero tenéis el alma libre para volar un día al cielo”. Así, se nos enseñaba que siempre se debe obedecer a los amos y que es muy malo revelarse contra ellos.


De manera que hay una dimensión en el alma que hace que sintamos que estamos haciendo algo malo cuando nos rebelamos contra la opresión. Existe un mecanismo psicológico que explica que cuando se exterioriza la rabia, se comienza a creer que el mundo es amenazante y que a uno le pueden hacer daño a cada momento.

Este mecanismo ha sido ejecutado con muchísima frecuencia por los adeptos a la oposición; que expresan mucha rabia y comienzan a desarrollar una especie de “paranoia” en las que creen que todos los demás están en el mundo solo para hacerle daño, y esto lo trata de compensar con una conducta de queja generalizada y continuada.


De manera que la proximidad en el tiempo de la idea del decreto de conmoción con los temblores, pueden generar una angustia ignota, flotante, inefable, inasible e inubicable, pero presente. Es lo que Miller, siguiendo a lacan, llamaba “Acontecimientos de cuerpo”, algo que se siente en el cuerpo, pero no sabemos cómo, ni dónde ni por qué; algo como una fantasma que cruza la habitación a media noche; no se detiene a asustarnos, no lo vemos, pero de alguna manera sabemos que está ahí.


Por eso, dada la magnitud de la destrucción causada por el terremoto de 1812, considerando la idea de que liberarse es hacer algo malo, sumado a la manipulación por parte de los curas españoles, en aquellos momentos la tarea de Bolívar, era una tarea titánica.


Otra vez nos ronda la idea ancestral y atávica, liberarse es ir contra dios, y como veremos de inmediato, esto no es algo con lo que tengamos 200 años de distancia; como evento anecdótico, un amigo opositor me confiaba sus pensamientos al decirme: “Con esto del temblor, uno no sabe… ¿Será Dios que se está manifestando?”.
No tiene nada de extraño que una muy profunda, ignota y ctónica sensación inexplorada nos “sacuda” con algo muy parecido a la “conmoción”. Esta condición es aprovechada, como lo fue hace 200 años, por los proimperialistas quienes tratan de pescar en río revuelto y tratan de hacer ver que el sismo es “la gota que faltaba”. Algunos agoreros en las RRSS ya muestran sus venenosos post.
Bolívar le escribe a su hermana María Antonia en 1825 y le dice: “El ignorante, que siempre está próximo a revolverse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre”. Bolívar verifica como Buda, que la ignorancia es un “veneno del alma”. De manera que, para evitar precipitarse en las tinieblas de la servidumbre, se debe:

  • Conocer que los fenómenos de la proximidad temporal entre dos eventos, es lo que da lugar a las conexiones neuronales y al aprendizaje. En teoría de la conducta, eso se llama “Relación de contingencia temporal”.
  • Conocer que por siglos la dominación nos ha entrenado a través de castigos crueles y con ideologías que nos mienten, y nos han hecho creer que rebelarse es malo. Por eso existe la desagradable sensación de que rebelarse contra el opresor es como si se estuviera haciendo algo malo.
  • Conocer que los fenómenos telúricos forman parte natural de la vida en el planeta, y que no es en modo alguno un castigo divino.

Desde estas líneas sabemos que la naturaleza, los seres humanos constituimos el principio universal del UNO. Nuestro dios no es el dios de los ricos ni el de los conquistadores. Nuestro dios es el dios de Monseñor Romero y el del Padre Numa, aquel del que Alí dijo “que no se arrecha y que está contento con revolución”. Ese es nuestro dios, y si dios con nosotros ¿Quién contra nosotros?
Desmitificar estos puntos, definitivamente nos preparará para que psicológicamente tengamos la energía para enfrentar a los enemigos de los pueblos que se esconden detrás de consejas que desmoralizan y lesionan el alma, que es a la que debemos cuidar y sanar. Cuidar el alma es desmitificar también la relación entre conmoción y temblor. Es bueno que sepan que “Conmoción” es lo que van a tener los imperialistas si se atreven a profanar el suelo patrio. Esa energía proactiva en el alma es la que nos faculta para vencer imperios y saber con el Padre Libertador, que “si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.

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