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El cumpleaños del hombre que curaba con el alma

Prensa LAUICOM – Hoy Venezuela celebra a su santo, no por decreto, sino por costumbre del corazón. En casas humildes y consultorios sencillos, en cuadros colgados junto a fotos de familia y en escapularios guardados en bolsillos gastados, está él: José Gregorio Hernández, el médico que nunca cerró su puerta.

No fue un héroe de estatua, sino de gestos cotidianos: el frasco de jarabe regalado, el diagnóstico escrito con letra clara para que todos entendieran, el consejo que sanaba tanto como la receta. Caminaba sin prisa, escuchaba con atención y miraba a los ojos, especialmente a los de quienes nadie más miraba.

Su ciencia no estaba encerrada en libros, sino en la calle, en los barrios, en los pueblos olvidados. Y aunque el tiempo ha pasado, su presencia sigue viva: en cada acto de generosidad silenciosa, en cada joven que elige estudiar para servir, en cada “gracias, doctor” que aún se dice frente a un altar sencillo.

Hoy no se conmemora solo un nacimiento. Se celebra que, en medio de tanto ruido, todavía creemos en la bondad. Y en Venezuela, esa bondad tiene nombre: José Gregorio Hernández, el médico de los pobres.

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