En el marco de la Cátedra MacBride, se presentan los aportes críticos, creativos y colectivos de nuestros estudiantes por una comunicación justa y soberana.
Fragmentación del tejido comunicacional comunitario
Por: Karina Dirino Mirena.
Cohorte: XIX del Diplomado en Comunicación Política.
Uno de los problemas más urgentes en el campo de la comunicación actual es la fragmentación del tejido comunicacional comunitario. En una era marcada por la hiperconectividad digital, los vínculos humanos no se han fortalecido, sino debilitado. La velocidad y el alcance de las plataformas tecnológicas han individualizado los intercambios, desplazando el diálogo presencial, el encuentro cara a cara y el calor del “nosotros”. Esta fragmentación no es solo técnica, sino simbólica: se impone una semiosis autista, donde cada persona se encierra en su burbuja informativa, sin escucha ni construcción colectiva.
Este fenómeno afecta especialmente a los espacios populares, donde históricamente la palabra compartida ha sido herramienta de organización, resistencia y ternura. La pérdida de estos espacios empobrece el sentido de comunidad y dificulta la creación de relatos comunes. Ya no se conversa en la plaza, en la asamblea, en el círculo; se comenta, se reacciona, se desliza el dedo. La lógica digital transforma la comunicación en una transacción rápida y superficial, donde el valor de la palabra se mide por su viralidad, no por su capacidad de convocar o sanar.
En los espacios que acompaño, he visto cómo el diálogo presencial transforma el ánimo colectivo: una ronda de palabra puede sanar heridas, despertar memorias y fortalecer la organización. Por eso considero urgente recuperar el tejido comunicacional desde lo afectivo, lo presencial y lo colectivo. Podemos crear guías, tarjetas o espacios rituales que inviten a la conversación cara a cara, donde cada voz sea escuchada con respeto y cada silencio tenga lugar. Estos materiales deben reflejar nuestra ternura, nuestra historia y nuestra esperanza. La comunicación debe volver a ser puente, no muro; abrazo, no algoritmo.
En nuestras comunidades, la palabra tiene cuerpo, ritmo y memoria. No podemos permitir que se diluya en la lógica del scroll infinito. Necesitamos volver a mirarnos, a escucharnos sin pantallas de por medio, a construir relatos que nos sostengan y nos transformen. Cuando recuperamos el lenguaje como territorio común, no solo volvemos a creer: volvemos a construir. Y eso, en tiempos de fragmentación, es una forma profunda de resistencia.

