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Buen Abad: la violencia burguesa como mercancía del capitalismo

Prensa LAUICOM – En el marco del 10º aniversario de los atentados del 13 de noviembre en París, donde una serie de personas que participaban en un maratón fueron ejecutadas, el Dr. Fernando Buen Abad ofreció un análisis profundo durante una entrevista con Rompeviento TV. Convirtió ese acontecimiento en un espejo para reflexionar sobre las múltiples formas de violencia que el capitalismo ha convertido en mercancía: no solo la física, sino la psicológica, mediática y subjetiva, arraigada en la memoria colectiva.

Buen Abad trazó un hilo entre aquel episodio y las heridas históricas de México: Tlatelolco y Ayotzinapa. Para él, estos eventos no son recuerdos aislados, sino “tatuajes históricos” que marcan generaciones, cuartan experiencias, asientan amarguras y frenan talentos, dejando una huella de impunidad e injusticia que el sistema capitalista reproduce como carga adicional sobre los pueblos.

Señaló que la violencia hoy es también negocio: una mercancía burguesa promovida por una dictadura mediática que inunda contenidos con imágenes violentas, normalizándolas hasta generar una especie de adicción social. Esta lógica penetra la subjetividad, afecta sensibilidades y desgasta desde dentro la capacidad de resistencia.

En el caso de México, advirtió sobre un sector de la burguesía dolida por la pérdida de privilegios, que orquesta movilizaciones con jóvenes enmascarados bajo discursos de libertad y democracia, pero con presupuestos, planificación y apoyo internacional detrás. Afirmó que no se trata de paranoia, sino de inteligencia popular: la capacidad de reconocer los signos porque ya se han vivido antes.

Ante este escenario, llamó a fortalecer la unidad real de los movimientos populares, no como exhibición, sino como defensa estratégica. Retrasarla, como ocurrió en Argentina, puede tener consecuencias irreversibles. Porque después de la violencia, reparar los daños es un proceso largo, doloroso, y muchas veces imposible.

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Capitalismo de Ignorantes ¿Vivimos una crisis educativa mundial?

Por Fernando Buen Abad Domínguez

Una pregunta seria por la crisis educativa mundial del capitalismo que padecemos, no puede responderse con superficialidades ni con cifras frías tomadas de organismos internacionales que, a menudo, son parte del problema. No basta sólo con contabilizar alumnos matriculados, los índices de deserción, las tasas de alfabetización funcional ni los presupuestos asignados a las universidades. Esa crisis, tal como es, debe entenderse en toda su densidad histórica, política, económica, semiótica y filosófica. Debe pensarse desde las raíces estructurales burguesas que hacen de la educación un campo mercenario de disputa, y no únicamente desde las estadísticas que recubren el drama con barnices de objetividad demagógica. En rigor, lo que atravesamos hoy es un conjunto de crisis superpuestas, y entrelazadas, que tocan a la educación como sistema y como proceso, y que obligan a cuestionar la función misma de la escuela, de la universidad y de los proyectos de formación de la conciencia como mercancías.

Es obligatorio recordar que la educación no flota en una mueca filantrópica neutral, está determinada por la lógica del modo de producción dominante y su ideología (falsa conciencia). En un mundo regido por el capitalismo globalizado, la educación está sometida a la dictadura de su mercado. Sus sistemas educativos son evaluados con criterios de “eficiencia”, “productividad” y “competitividad”, categorías tomadas de la barbarie empresarial y aplicadas mecánicamente a su dictadura pedagógica. Su educación se convierte, así, en adiestramiento mercantil y no en un derecho humano universal. En lugar de formar sujetos críticos capaces de transformar su realidad, se entrenan operadores dóciles para un mercado de trabajo precarizado. Esta es la primera dimensión de la crisis, la subordinación estructural de la educación al capital, que la corrompe en su sentido más hondo.

Sus cifras confirman esta tendencia. Según datos de la UNESCO (2023), más de 244 millones de niños y adolescentes en el mundo están fuera de la escuela. En paralelo, más del 40% de los jóvenes de países de ingresos bajos no completan la educación secundaria. Estos números no expresan sólo un escamoteo de recursos, sino la desigualdad estructural del sistema mundial, en el cual el acceso a la educación de calidad es imposible bajo las normas y reglas del capitalismo. Mientras tanto, la educación superior se expande en términos cuantitativos, pero su calidad crítica se degrada o se anula, proliferan universidades privadas de baja o nula exigencia, programas cortos y diplomados pensados como productos de consumo rápido, con el único fin de habilitar competencias puntuales para el mercado. Titulando ignorantes engreídos.

Su crisis se manifiesta también en el plano del contenido. Nunca antes hubo tanta información disponible, nunca antes existieron tantos dispositivos de acceso al conocimiento chatarra; sin embargo, nunca la ignorancia fue tan funcional al poder. La llamada “infodemia” multiplica contenidos fragmentarios, superficiales, efímeros, sin jerarquía epistemológica. En lugar de conocimiento profundo, se fomenta la hiper-conexión sin reflexión. En lugar de pensamiento crítico, se impone la lógica del “clic”. Esta inundación de información funciona como un distractor masivo que degrada el aprendizaje en las aulas, convirtiendo a profesores y alumnos en petulantes repetidores de flujos comunicacionales vacíos. El capitalismo digital, con sus algoritmos de segmentación y control, ha introducido una nueva dimensión de la crisis educativa, la colonización tecnológica de la conciencia. Mucha basura en muchas cabezas para que nada cambie.

El problema no es sólo cuantitativo ni tecnológico su crisis es también filosófica. En gran parte de los sistemas educativos se ha abandonado la enseñanza de la filosofía, la historia crítica, la teoría política y el arte como herramientas de emancipación. Se las sustituye por competencias instrumentales, por módulos de emprendedurismo, por entrenamientos en resiliencia. Su semiosis en la educación es palabrerío déspota para consumidores engreídos que mastican lenguajes parvularios supuestamente técnicos, para camuflar toda la ignorancia burguesa ante los problemas que ocasiona su poder, con la explotación laboral, con la injusticia social. Se enseña a adaptarse, no a cuestionar. Se entrena para sobrevivir en el sistema, no para transformarlo. Así, su crisis educativa es también una crisis de sentido, su escuela y su universidad olvidan para qué existen. Y son especialistas en eso.

No es casual que los gobiernos neoliberales, en todo el planeta, hayan aplicado políticas de austeridad que desfinancian la educación pública. Desde los años ochenta, siguiendo los dictados del FMI y el Banco Mundial, se promove el modelo de “eficiencia educativa” basado en recortes, privatización, descentralización y competencia entre instituciones. En América Latina, África y Asia, millones de escuelas carecen de infraestructura mínima: agua potable, baños, electricidad, internet. En Europa y Estados Unidos, la masificación de la deuda estudiantil convirtió a la educación superior en una trampa financiera que hipoteca el futuro de generaciones enteras. No es una crisis accidental, es resultado de un programa deliberado que busca debilitar la educación pública para abrir más mercado a la privada.

Pero su crisis también se manifiesta en otro nivel: el ético y comunicacional. En muchas aulas, bajo el disfraz del pluralismo, han penetrado ideologías reaccionarias, discursos de odio y camuflajes ultraderechistas que intoxican a los estudiantes y normalizan la intolerancia. Se simula progresismo mientras se vacía de contenido crítico a las consignas. En este sentido, la crisis educativa mundial es también una crisis de hegemonía semiótica: se disputa en el aula el sentido mismo de la democracia, de los derechos humanos, de la igualdad. Sus discursos autoritarios avanzan bajo la máscara de la modernidad. A esto se suma la crisis laboral docente. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que faltan más de 44 millones de docentes en el mundo para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia 2030. Los salarios bajos, la precariedad, la sobrecarga burocrática y la falta de reconocimiento han deteriorado la profesión docente, desalentando nuevas vocaciones. Un sistema educativo mundial sin maestros suficientemente formados ni reconocidos está condenado a profundizar sus fracturas. Su crisis educativa no es sólo de los estudiantes, es también de quienes enseñan en condiciones cada vez más adversas.

Sin embargo en muchas regiones se producen experiencias pedagógicas emancipadoras, comunidades que defienden la escuela pública, proyectos de educación popular que resisten al mercado, pedagogías críticas que siembran conciencia transformadora. Estas iniciativas muestran que su crisis no es de todos, sino desigual y combinada. Precisamente en el corazón de la crisis se encuentran las semillas de la renovación. La pregunta es: ¿qué fuerza política, qué movimiento social, qué proyecto histórico podrá articular esas experiencias para convertirlas en política educativa global?

Nuestra Filosofía de la Semiosis se empeña en intervenir sobre la crisis educativa burguesa que es, en última instancia, una crisis económica de los signos con los que pensamos y actuamos. Las palabras “calidad”, “eficiencia”, “excelencia” han sido intoxicadas por la lógica empresarial y despojadas de su sentido emancipador. La tarea es revolucionarlas, devolverles su vínculo con la justicia social, con la verdad histórica, con la dignidad humana. Nuestra educación no puede ser un negocio disfrazado de servicio, ni un simulacro de inclusión digital, ni un laboratorio de domesticación ideológica. La educación debe ser la praxis de la libertad, la construcción colectiva de saberes que permitan transformar el mundo.

¿Vivimos una crisis educativa mundial del capitalismo? Sí, pero no como una catástrofe natural, sino como el resultado de un proyecto económico y político global que busca subordinar la conciencia a los intereses del capital. Es una crisis burguesa estructural, semiótica, ética y filosófica. Revela la urgencia de luchar por otra educación, liberada de los dogmas mercantiles, sustentada en la verdad, en la igualdad, en la solidaridad. No se trata de reparar una maquinaria averiada, sino de reinventar la educación como derecho universal y como semillero de emancipación. El porvenir de la humanidad depende de la manera en que enfrentemos y combatimos organizadamente esta crisis. Si se acepta resignadamente, la educación se reducirá a un engranaje más del sistema de explotación. Si se asume críticamente, podrá convertirse en la palanca de una nueva civilización. La disyuntiva está abierta. El desafío es urgente. Y la responsabilidad es de todos los que creemos que la educación no puede ser otra cosa que un avance en la revolución de las conciencias.

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Universos lúdicos secuestrados por el mercantilismo

Por Fernando Buen Abad.

Explora cómo el capitalismo ha secuestrado el juego, transformando un derecho en mercancía y apuestas. Un artículo exclusivo sobre semiosis y libertad lúdica.

¿Todo será apuesta? El juego como derecho, no como mercancíaJugar es una forma originaria de semiosis humana. Es una experiencia primordial de exploración simbólica, un laboratorio de relacionesrolesafectos y sentidos en construcción. Es una actividad en la que no sólo nos divertimos, sino que también organizamos el mundo, lo ensayamos, lo transformamos y nos transformamos con él.

Sin embargo, en el capitalismo, este universo lúdico ha sido secuestrado por el aparato mercantil, privatizado por corporaciones transnacionales que imponen formas, tiempos, objetos y discursos hegemónicos del juego. Jugar ha dejado de ser una actividad libre para convertirse en un negocio de escala global. En esta colonización semiótica del mercantilismo que transforma el derecho a jugar en una plataforma de consumo compulsivo, orientando el deseo hacia productos licenciadosvideojuegos adictivosjuguetes estandarizados y contenidos audiovisuales cargados de ideología neoliberal y modelos de subjetivación funcional al mercado. Esta situación exige una crítica radical y estructural desde una Filosofía de la Semiosis que tome partido por nuestra naturaleza lúdica como campo emancipador.

En las etapas distintas de la vida dominada por el capitalismo, el juego va quedando reducido a una repetición mecánica o un pasatiempo trivial traicionando lo que debería ser una forma de conocimiento, de experiencia corporal y simbólica que permita a las personas modelar la realidadJugar es, en esencia, un acto semiótico: implica seleccionar signos, establecer relaciones, crear reglas, proyectar sentidos. Se juega “como si” el palo fuera un caballo, el cojín una montaña o la palabra “abracadabra” una puerta mágica.

En ese “como si” se genera un mundo, se inaugura una ontología lúdica donde el niño no es pasivo receptor sino productor activo de significados. En la filosofía crítica se ha señalado reiteradamente que el juego espontáneo es una forma de anticipación del pensamiento abstracto, de sociabilidad libre y de autogestión emocional. Pero esta riqueza semiótica es objeto de captura por parte de los dispositivos ideológicos del capital, que buscan convertir el juego en plataforma de adiestramiento para el consumo.

Desde fines del siglo XIX, con la expansión de la industria juguetera, comenzó un proceso de industrialización de lo lúdico. Sin embargo, es en el siglo XX, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, que se consolidó un entramado transnacional dedicado a la producción masiva de juguetesprogramas de televisión y personajes licenciados, bajo la lógica del branding. Aparecieron marcas como Mattel (1945), Hasbro (1923), LEGO (1932) y más tarde los conglomerados mediáticos como Disney (1923), NickelodeonWarner Bros. o DreamWorks, que permitieron una sinergia sin precedentes entre juguetepantalla y mercado. El juego dejó de ser una invención de la creatividad libre para convertirse en una franquicia cerrada: cada muñeca se vende con su historia, cada videojuego con su moralidad, cada serie con su universo de consumo predefinido.

Este proceso se agudiza con la era digital, cuando las aplicaciones móviles, los videojuegos online y las plataformas de streaming infantil modelan la experiencia lúdica desde edades cada vez más tempranas. Con algoritmos se reemplazó al juego libre; la consola al patio; la pantalla al compañero de aventuras. Aparece un capitalismo cognitivo que encontró en la naturaleza lúdica un campo fértil para su expansión. Toda persona es un actor semiótico en formación: está construyendo sus categorías, sus vínculos, sus deseos, su lenguaje. Por ello, representa una presa estratégica para la colonización ideológica.

No se trata solamente de vendernos entretenimientos o esparcimiento: se trata de formatear la imaginación, de anclar afectos y valores en paquetes simbólicos mercantilizados que serán la base del consumidor del futuro. Y las empresas jugueteras y de entretenimiento invierten millones en estudios de neurocienciasegmentación demográfica y análisis semiótico para identificar tendencias, manipular emociones y fabricar modas virales. El objetivo no es que uno juegue, sino que desee objetos y consuma contenidos alineados con la lógica del capital. Y se convierta en adicto a las apuestas.

No se juega “a lo que se quiere”, sino “a lo que hay”, “a lo que está de moda”, “a lo que todos tienen”. El mercado sustituye la creatividad por la repetición; el relato propio por la narrativa licenciada; el objeto encontrado por el producto estandarizado. Hoy con monopolios de las apuestas y la dictadura del entretenimiento global. Los principales monopolios del ludismo ejercen un dominio transmedia y transcontinentalPixarMarvelLucasfilm20th Century Fox y Disney se han convertido en el imperio lúdico global.

Su poder no reside solo en el consumo que genera: muñecosdisfracesvideojuegosparques temáticoscontenidos educativosaplicaciones… Disney no vende historias: vende mundos enteros, y modela con ellos la imaginación infantilMattel y Hasbro. Dos gigantes del juguete que controlan desde Barbie hasta Hot Wheels, pasando por MonopolyTransformers y My Little Pony. Mattel, en particular, ha transformado a Barbie en un símbolo semiótico ambiguo: de ícono de belleza hegemónica a plataforma de discursos mercantilizados.

Hasbro, por su parte, produce no sólo juguetes, sino también películasseries y videojuegos basados en sus franquiciasLEGO Group. Inicialmente una empresa enfocada en el juego constructivo, LEGO ha devenido una plataforma mediática transnacional, con seriespelículasparques temáticos y productos licenciados (Star Wars, Harry Potter, Marvel, etc.). El juego creativo ha sido progresivamente desplazado por la lógica del set cerrado y la narrativa impuestaNintendoMicrosoftSony

Guerra Cultural en juego. Secuestrado el campo lúdico por el mercado, el plan es borrar las identidades de juegos localestradicionalescooperativos o comunitarios. Imponer roles y estereotipos mercantilesGéneroscoloresformas de belleza y relaciones de poder (el héroe musculoso, la princesa pasiva, el villano oscuro). Pérdida del juego colectivo espontáneo: la calle, el barrio, el parque ceden ante la lógica de la pantalla o el juguete exclusivo. Frente a esta situación, diversos movimientos pedagógicosculturales y comunitarios han impulsado la defensa del derecho al juego libre.

Promueven el juego como herramienta de conciencia y liberación. Museos del juego y ludotecas públicas: espacios que brindan acceso gratuito a experiencias lúdicas no mercantilizadas. Campañas contra la adicción a las apuestas como una forma de producción de sentido que debe estar al servicio del desarrollo librecreativosolidario y crítico.

Denunciar el secuestro del juego y restituir el derecho al juego, liberar las conciencias como una tarea ética, política y semiótica: liberar el juego para liberar a la humanidadJugar debe volver a ser una experiencia de descubrimiento, de placer sin dueño, de mundo en construcción. Una humanidad que juega libremente es una fuerza que puede imaginar el futuro sin los barrotes del capital. Y eso es, quizás, lo más subversivo que pueda existir. Sin apuestas.

Lauicom clausura

Congreso Internacional de Comunicación debate estrategias contra la desinformación

Más de 400 delegados internacionales de 100 países del mundo se reúnen en Caracas, en el Tercer Congreso Internacional de Comunicación, para debatir estrategias en aras de construir una red de comunicación que enfrente al fascismo.

El evento, organizado por la Universidad Internacional de las Comunicaciones (LAUICOM), instaló ocho mesas de trabajo que discuten hasta este lunes 13 de enero, entre otras temáticas, sobre la Inteligencia Artificial, tecnofeudalismo y protección de datos; Nuevo equilibrio mundial de la información y la comunicación; Construcción de los nuevos relatos; Soberanía cultural y tecnológica contra hegemonía mediática y fascismo en Internet; Generaciones y nuevas formas de comunicación; Comunicación de los pueblos; Investigar la comunicación, entre otros.

Durante la inauguración, la rectora de LAUICOM, Tania Díaz  subrayó la importancia de crear una red de redes que involucre a diversos sectores del activismo comunicacional frente a la dominación del capitalismo digital, en el empeño de promover una comunicación liberadora, crucial para el intercambio de ideas y la creación de estrategias efectivas en la lucha contra el imperialismo y el fascismo.

“Todas y todos, hemos sido testigos de cómo la República Bolivariana de Venezuela, su pueblo, conjuntamente con los pueblos del mundo, logró vencer una agenda imperialista global. Ahora nos toca reunirnos para organizarnos y avanzar” indicó Díaz.

Mencionó la importancia de crear una «red de redes» que integre a diversos actores del activismo comunicacional, que contrarreste la dominación del capitalismo digital y fomente una comunicación liberadora.

Agregó que es necesario crear una red digital para facilitar la conexión y planificación entre los participantes.

“La idea es que de aquí pueda surgir una organización inicial para que se constituya una red de redes de comunicación popular (..) Hay, es el profundo deseo que nuestro trabajo, pueda ser un aporte y pueda contraponer el horror que nos quiere imponer el capitalismo global digital”, puntualizó Tania Díaz.

La también diputada señaló que «toda la dominación que hace el capitalismo digital trabaja para lo contrario de lo que queremos comunicar».

El evento tiene como objetivo principal la creación de una organización inicial que constituya una red de redes de comunicación popular, ser un espacio crucial para el intercambio de ideas y la creación de estrategias efectivas en la lucha contra el fascismo y el imperialismo, con la participación activa de líderes y expertos en la materia.

Entre otros expertos de estos temas participan el profesor y Doctor Fernando Buen Abad, María Fernanda Ruiz, Pascual Serrano, de España y Ernesto Limia de Cuba.

La Radio del Sur